El ADN de un niño inca sacrificado revela la expansión humana en Sudamérica

Científicos han logrado extraer y secuenciar ADN mitocondrial de un niño inca sacrificado hace 500 años en un ritual para revelar cómo se produjo la expansión humana en América del Sur.

Durante la civilización Inca, que prosperó en América del Sur antes de la llegada de los europeos, estos sacrificios rituales eran conocidos como "capococha". Una de las víctimas fue un niño de 7 años de edad que vivió hace más de 500 años. Sus restos momificados, congelados fueron descubiertos en el borde del Monte Aconcagua, la montaña más alta fuera de Asia.

Excursionistas encontraron la momia en 1985. Ahora, 30 años después, los científicos han secuenciado el ADN del chico y lo usaron para obtener más información sobre la expansión del Imperio Inca. Sus hallazgos han sido publicados en la revista 'Scientific Reports'.

Utilizando una pequeña muestra de pulmón del chico, los investigadores fueron capaces de reconstruir todo su genoma mitocondrial. Este es el ADN que alimenta la mitocondria, la energía dentro de las células. A diferencia del ADN nuclear, que proviene de ambos padres, el ADN mitocondrial sólo contiene 37 genes que se transmiten prácticamente sin cambios de madre a hijo.

Los autores del estudio han explicado que es la primera vez que se ha decodificado todo el ADN mitocondrial de una momia indígena.

CELO EXTREMO EN EVITAR LA CONTAMINACION DEL ADN

Los miembros del equipo de investigación de la Universidad de Santiago de Compostela y el Equipo de Antropología Forense de Argentina, una organización científica sin fines de lucro, hicieron un gran esfuerzo para asegurarse de que el ADN del chico no estaba contaminado por ningún material genético moderno.

Extrajeron la muestra de pulmón en un quirófano estéril, mientras vestían trajes especiales, guantes y pantallas faciales. Todo su equipo se limpió en un autoclave y se irradió con UV para matar cualquier ADN contemporáneo que pudiera estar presente.

Además, todos los que trabajaron con la antigua muestra tenían su ADN mitocondrial secuenciado y comprobado, para detectar posibles coincidencias, que no se produjeron.

Para obtener el ADN antiguo, los investigadores extrajeron una muestra de 350 miligramos desde el interior de los pulmones del niño y la colocaron en una placa de Petri. El ADN se extrajo, se amplificó en una máquina de PCR y secuenció en dos laboratorios independientes. Ambos laboratorios obtuvieron los mismos resultados.

Estos resultados colocan al niño "perfectamente" dentro de una población genética, conocida como C1b, que es típica de los nativos americanos, según los autores del estudio. Investigaciones anteriores han demostrado que una de las personas que primero pobló las Américas trajo esta firma genética de Beringia (la masa de tierra que una vez conectó Siberia y Alaska) o el extremo norte de América del Norte.

10 MUTACIONES

Sin embargo, el genoma mitocondrial del chico tenía 10 mutaciones distintas que no se habían visto juntas antes en cualquier ADN antiguo o moderno. Los investigadores llamaron a esta rama 'C1bi' (la i significa Inca). El hecho de que su firma genética fuera única ofrece más evidencia de que la muestra de ADN no estaba contaminada, han apuntado los investigadores.

Algunas de esas 10 mutaciones son o fueron compartidas por otros, y los icientíficos usaron esa información para hacer algunas conjeturas sobre la vida y los tiempos del chico. Lo más probable es que sus antepasados hubieran estado en América del Sur durante mucho tiempo, originarios de cerca de los Andes hace unos 14.000 años.

Cuando los investigadores analizaron de nuevo a los más recientes antepasados comunes que el muchacho compartió con la gente de otros grupos genéticos, se encontraron con que sus edades y lugares encajaban bien con lo que los historiadores sabían acerca de cómo se propagó la civilización Inca.