Miguel Francisco Montes Neiro, considerado el preso más antiguo de España por haber enlazado condenas desde hace 34 años, ninguna de ellas por delitos de sangre, lamenta que los delincuentes comunes no puedan obtener beneficios penitenciarios al arrepentirse de sus acciones, como sí ocurre con los presos de ETA al renegar de la violencia.
Este recluso lleva cumpliendo pena de cárcel desde el 7 de octubre de 1976 por una veintena de causas, la más grave por delitos contra la salud pública (tráfico de hachís), y ha acumulado tanto tiempo en prisión porque en estos 34 años también ha estado fugado 1.400 días.
Esta semana, cuando su defensa y su familia se disponían a pedir un nuevo recuento de su tiempo en prisión ante el juzgado de vigilancia penitenciaria de Jaén, Montes Neiro recibió comunicación de su traslado a la cárcel de Huelva, todo ello pese a haber sido operado el día 11 de una tumoración en el cuello.
EL "PRIVILEGIO" DE DECLARARSE ARREPENTIDO
En declaraciones hechas llegar por escrito a Europa Press, Montes Neiro asegura haber conocido a muchos terroristas en estos años de cárcel y denuncia que ellos tienen "un privilegio" que los presos comunes no tienen, que es la posibilidad de rebajar pena por arrepentimiento.
"Yo no dispongo de ese detalle que le ofrecen a ellos", se lamenta, achacando esa distinción a que a los terroristas se les "teme". "A mí no y por eso no me dejan vivir --señala--. Por lo visto, si soy el preso más antiguo soy el peor preso, el más malo. De lo contrario, es incomprensible".
A su juicio, para cualquier persona es "muy duro" estar veinte o treinta años en una prisión apartada de la humanidad y, aunque según la ley, no existe cadena perpetua en España, Montes Neiro se siente "condenado a perpetuidad" al seguir en la cárcel siete lustros después de su primer ingreso en prisión y con 60 años de edad. "No conozco a nadie que, matara a quien matara, pase más años que yo en prisión *Quizás sea yo el peor de toda Europa?", se pregunta.
VOLVERIA A FUGARSE
Las fugas y quebrantamientos de permisos protagonizados por Montes Neiro son lo que están provocando que, según el último recuento de los tribunales, no vaya a salir de la cárcel hasta el año 2021, 45 años después de su primera condena. Con esas perspectivas, reconoce que volvería a fugarse si fuera la única manera de volver a ver a sus tres hijas.
"*Cómo podría admitir estar muerto en vida pudiendo evitarlo? --confiesa--. Además, todos le dan mucha importancia a las fugas pero están penadas como mucho con seis meses. Al que más daño hacen es al fugado, que nunca puede hacer vida normal; no es bueno estar obligado a vivir de esa forma, pero peor es estar preso".
Su primera huida fue de una prisión militar, cuando estaba haciendo el servicio militar en el Sáhara y fue acusado de la desaparición de un subfusil que luego se descubrió que se había llevado un legionario alemán.
Según asegura, durante su detención fue maltratado por sus compañeros de armas y optó por fugarse. "Ahí empezó mi historia de fugas y delitos --relata--. No porque no aguantara la mili, ni la cárcel, sino porque no era merecedor de los agravios de los que era objeto".
Estos años de prisión ya le han dejado secuelas en una salud "muy precaria": el hígado no funciona bien, alterna fiebres e infecciones de orina, sufre mareos frecuentes, no ve "ni regular", le quedan cinco piezas dentales, se le duermen las articulaciones, su piel está deshidratada y de vez en cuando le asaltan "pinchazos dolorosos" en la cabeza y en el pecho. "O sea, estoy roto", reconoce.
INTENTO DE SUICIDIO
En prisión, Montes Neiro intentó incluso suicidarse por "la desesperación y la impotencia" --"Llegas a despreciar la vida con tanta fuerza que deseas irte de una vez por todas", asegura--, y hoy se ha convertido en un ceramista autodidacta que se evita "muchas horas de agobio" gracias a modelar arcilla, aunque asegura no disponer de materiales suficientes.
Eso sí, no cree que la cárcel sirva para reinsertar ya que "no hay nadie que se preocupe del preso si no es para humillarlo y someterlo". Censura especialmente que sean los propios internos los que castigan o cachean a otros compañeros: "Es un sistema cruel --proclama--. La reinserción no sólo no existe, es que no puede existir con estas normas".
Ha conocido distintas clases de delincuentes en estos años de presidio y a los que más "repudia" es a los asesinos violadores de menores. "Jamás podré mirarles sin sentir náuseas", admite, llegando incluso a afirmar que entendería que a "estos bichos" se les aplicara la pena de muerte. Eso sí, no por verdugos, sino por parte de la familia de la víctima.
También ha visto corrupción en la cárcel --"Si hay en todas partes, *cómo no va a haber en prisión, que es un lugar que se presta a todas estas cosas", argumenta-- y asegura que hay reclusos de guante blanco o de "cuenta bancaria grande" a los que se les ofrece "lo que se les pueda antojar".