La reelegida hoy alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ha hecho, en su discurso de investidura, un alegato a favor de la clase política, que, según ha dicho, es la primera interesada en "alzar la bandera de la regeneración de la vida pública", aunque rechazando "la malicia, el insulto y la falta de respeto".
Barberá, elegida con los veinte votos de su grupo municipal para afrontar su sexto mandato municipal consecutivo -el quinto con mayoría absoluta-, ha hecho así, al final de su intervención, una alusión indirecta a las reivindicaciones del movimiento del 15-M que se concentra frente al Ayuntamiento con pancartas contrarias a los políticos en general y a la alcaldesa en particular.
"Reclamo la grandeza y la dignidad de la política", ha señalado la regidora popular para reconocer que quienes se dedican a ella habrán de esforzarse "más si cabe en ser ejemplo de ética, en la pedagogía de los valores democráticos y en la demostración permanente de rectitud en nuestros comportamientos democráticos, austeros, institucionales y constitucionales".
En un solemne acto que ha contado con la presencia del president de la Generalitat, Francisco Camps, a quien Barberá ha agradecido su "amor por Valencia", la nueva Corporación municipal -formada por PP, PSPV (con ocho concejales), Compromís (tres) y Esquerra Unida (dos)- ha quedado constituida en medio de un amplio dispositivo policial.
Varias dotaciones del Cuerpo Nacional de Policía mantienen rodeado el edificio consistorial desde primera hora de la mañana ante la presencia de dos centenares de simpatizantes del movimiento 15-M que protagonizan una sonora cacerolada que ha podido ser escuchada en varias ocasiones dentro del Ayuntamiento.
La sesión ha comenzado con la constitución de la Mesa de Edad -con Alfonso Grau (PP) y Rosa Albert (EU) como concejales más longevo y más joven, respectivamente- para dar lugar a los juramentos o promesas del cargo de edil.
Tanto Barberá como los portavoces de los grupos municipales (Grau, Joan Ribó -Compromís- y Amadeu Sanchis -EU-) lo han hecho en valenciano, y la anécdota la han protagonizado el socialista Félix Estrela con su alegato y pegatina del Cabanyal, los concejales de Compromís con la coletilla y chapa en favor de la enseñanza del valenciano y tanto éstos como los de EU al añadir que algunos de los detalles de esa promesa eran por imperativo legal.
Tras la votación, Barberá ha sido ampliamente aplaudida y se ha fundido en un abrazo con Camps, quien ha seguido toda la sesión desde un sillón situado en la parte baja del hemiciclo -como la presidenta del TSJCV, la delegada del Gobierno, la consellera portavoz y el general jefe de la Fuerza de Maniobra-, justo enfrente de la presidencia municipal.
En su discurso, Barberá ha glosado en varias ocasiones los valores de la Constitución de 1812 y de la Transición, se ha comprometido a ser "la alcaldesa de todos los valencianos", ha reivindicado que el cambio vivido por la ciudad en sus años como regidora "no tiene parangón" y ha augurado un mandato "austero, transparente, menos burocrático y plenamente tecnológico".
Tanto la alcaldesa como los tres portavoces municipales se han referido al Cabanyal -ella y Grau para defender el PEPRI, los de la oposición para pedir respeto al patrimonio del barrio-, mientras Sanchis ha considerado a su grupo "heredero de la capitalidad republicana de Valencia", Ribó ha censurado la confusión de elementos religiosos católicos en la vida política, y Calabuig ha rechazado el "recurso al victimismo y la confrontación" del PP.