Cinco años han transcurrido ya desde que ETA anunciara el cese de la violencia. Hoy, un lustro después, una banda agónica y en sus últimos estertores se extingue casi en silencio, sin "cantera" social y sin respuesta a las llamadas a las puertas de los gobiernos español y francés.
"Con los dedos de una mano", dicen a Efe fuentes de la lucha antiterrorista, podría contarse el número de miembros liberados con los que cuenta la banda, probablemente todos ellos ocultos en Francia y dirigidos por Mikel Irastorza.
Es el único nombre en el que coinciden los expertos. Sería, pues, la persona que habría asumido la dirección de los restos de ETA tras la caída de lo que sería su última cúpula, desarticulada por la Guardia Civil y las fuerzas de seguridad francesas hace apenas un año con la captura de David Pla e Iratxe Sorzabal.
Ha sido uno de los mayores golpes policiales a ETA desde el 20 de octubre de 2011 -la fecha del anuncio del cese de la violencia-. Pero quizá la "puntilla" a una banda "extraordinariamente diezmada", como la dibujó recientemente el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, se la haya dado la localización de un zulo con armas en el norte de Francia, donde se incautaron 145 pistolas y revólveres.
Una operación de la Guardia Civil y la Dirección General de Seguridad Interior (DGSI) francesa que, según los cálculos de los expertos, dejaría ya el arsenal oculto de la organización terrorista en unas 160 armas.
No es la mera localización de las armas lo que ha hecho más "pupa" a ETA. La operación de esta misma semana deja a la banda sin uno de sus ases para intentar negociar con los gobiernos francés y español, probablemente lo único que podrían poner sobre la mesa: la situación de sus presos.
Después de oír sonoros noes de bocas autorizadas del gobierno español, ETA ha llamado recientemente al timbre del Elíseo francés en forma de misivas, según han publicado medios de comunicación como El Mundo, pero tampoco ha tenido respuesta.
A tenor de las fuentes consultadas por Efe, "nadie tiene intención de abrirle la puerta", porque aunque le pese, la banda terrorista ya no interesa casi a nadie, lo que no quiere decir que las fuerzas de seguridad no sigan alertas a cualquier movimiento.
ETA, subraya otro experto, "no está en condiciones de negociar nada porque no tiene la sartén por el mango". "La gente se ha olvidado de ETA", sentencia.
Otro especialista consultado resalta que, en cualquier caso, la "prisa y la urgencia" la tiene la banda. Hasta para la izquierda abertzale su situación ha pasado a un segundo plano. Como gráficamente dice esta fuente, Bildu y Sortu están más preocupados de cómo les está comiendo espacio Podemos que de otra cosa.
Y en esa "otra cosa" hay que enmarcar a los presos etarras. Una población reclusa que, según los datos recabados por Efe, ha pasado de 548 internos en enero de 2012 a 291 en octubre de este año.
Se trata de un colectivo cada vez con menos fuerza, prácticamente olvidado, sin dirección tras el arresto de Arantza Zulueta y en una situación de impasse, es decir, a la espera de otro gobierno más proclive a satisfacer sus demandas que el del PP.
Cada vez más alejada esa posibilidad, el colectivo de presos percibe un cierto abandono de los suyos, pero de momento no es capaz de dar pasos individualizados y mantiene esa actitud gregaria, esa "cultura colectiva", como la definen las fuentes consultadas, que les impide salir de su burbuja.
Pero ese impedimento no proviene de la orden de una estructura de la banda específicamente dedicada a ese control, como llegó a tener ETA, sino de las propias entretelas del preso, aún incapaz de dar el paso para no verse señalado con el dedo si "reniega" de sus "principios", de esos que le llevaron a la cárcel.
Así las cosas, son pocos los reclusos etarras que están acogiéndose a las medidas individualizadas de reinserción. Y eso que en el colectivo no ha gustado mucho, por falta de coherencia, el pacto de conformidad de la cúpula de la antigua Batasuna con la Audiencia Nacional para reducir su condena.
Llegará un momento, de todos modos, en el que el grupo de presos etarras quede reducido a la mínima expresión numérica. Porque en una década el colectivo rondará el medio centenar.
Una vez en la calle, sobre todo si el preso se ha acogido a la denominada "vía Nanclares", las cosas no son fáciles. De hecho, según aseguran las fuentes, tras el obligado homenaje en la localidad de turno, el exreo pasa a formar parte del olvido. Tanto es así, que a muchos de ellos nadie les facilita un puesto de trabajo.
En definitiva, en el escenario de cinco años después del cese de la violencia actúa una banda casi cadáver, con "grupúsculos" más duros y dispuestos a la violencia como Ibil o ATA pero con poco futuro, con unos presos abocados a buscarse su propia salida y con pocos adeptos a su causa.
De todos modos, en un entorno geográfico que nada tiene que ver con otros tiempos, aún sigue existiendo un rechazo social hacia los "intrusos", como policías y guardias civiles destinados en el País Vasco. Así lo señalan a Efe fuentes del Sindicato Unificado de Policía.
"Ni se integran. Viven de nuestros impuestos. Son violentos. Viven en guetos. Estos son los únicos que sobran en Euskal Herria", reza un cartel que puede verse en algunos lugares del País Vasco y al que acompañan los escudos de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ertzaintza.
Son precisamente cuerpos policiales que han detenido en estos últimos cinco años a 97 personas relacionadas con ETA, la última de ellas la etarra huida Miren Nekane Txapartegi.