La exposición "La Guerra de la independencia en la zarzuela", que la Biblioteca Nacional inaugurará el próximo martes, reflejará sobre cómo el género zarzuelesco avivó la exaltación de sentimientos patrióticos en esa época.
Durante las guerras napoleónicas en España (1808-1814), la música se alió a la poesía para encender todo tipo de sentimientos patrióticos, y en este género se avivó la exaltación con obras dedicadas a la contienda y a los personajes más relevantes que participaron en ella.
De esta utilización de letras y músicas como propaganda ideológica fueron conscientes tanto poetas como músicos de aquel tiempo y fueron muchas las canciones e himnos que alcanzaron gran popularidad en aquellos trágicos momentos.
Comisariada por Antonio Gallego, la exposición estará formada por alrededor de cuarenta piezas divididas en secciones que recorren "El mito del 2 de mayo", "El mito de Bailén", "Los sitios de Zaragoza", "Otras vicisitudes de la guerra" y "El equipaje del rey José y el final de la guerra".
Además, se proyectarán cuatro vídeos sobre "Nuestro patriotismo y la marcha de Cádiz", "El sitio de Zaragoza y la charanga militar de Oudrid", "Ilustradores de zarzuelas" y "Don Benito Pérez Galdós y la zarzuela".
En muchas de las zarzuelas, la acción es meramente decorativa, su argumento principal se desarrolla al margen de la guerra y sirve para fijar con más intensidad la época en el recuerdo histórico del espectador. Pero en la mayoría de los casos, estas obras de entretenimiento colectivo se sitúan dentro de los amplios límites de la ideología conservadora.
Fue durante el reinado de Alfonso XIII (1886-1941) y la regencia de su madre, la reina María Cristina, hasta la mayoría de edad de su hijo, cuando se produjo una verdadera explosión de zarzuelas sobre la Guerra de la Independencia.
Se pueden contabilizar más de cuarenta obras, diez de ellas estrenadas en 1908, al cumplirse el centenario de la contienda.
Un fragmento de una de estas obras, el pasodoble o marcha con la que finaliza el primer acto de Cádiz, de Javier de Burgos, con música de Chueca y Valverde, estrenada en 1886, pasó a ser utilizada como un segundo himno nacional, e incluso se le buscó nueva letra, en el tiempo de la pérdida de las colonias de Cuba y Filipinas.
La obra, que se exhibe en la exposición, también se convirtió para algunos, desde Clarín a Antonio Machado, en símbolo del patriotismo irreflexivo.
En la muestra también se podrán contemplar, entre otros manuscritos, partituras e incluso novelas versionadas posteriormente en este género lírico como "El tambor de granaderos" (1894), de Chapí y Sánchez Pastor; "La sobresalienta" (1905), de Jacinto Benavente y Chapí; "El sitio de Zaragoza" (1848), de Cristobal Oudrid; o "El fantasma de la aldea" (1878), de Astilla y Taboada.