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Como si estuvieran en su casa. De nada han servido ni la alarma, ni el sistema de grabación permanente.

A las tres menos veinte de la madrugada entran en la tienda a través de una puerta trasera que da a un portal de vecinos. Quitan el bombín de la cerradura y acceden al establecimiento. Son cinco españoles, entre ellos una mujer. Van directamente hacia la alarma y cortan los cables para evitar que suene. Se van casi sin llevarse nada.

Una hora y media después, cuando están seguros de que la alarma no ha saltado, regresan a la tienda. Esta vez ya provistos de sacos y grandes bolsas que llenan de smartphones, tablets, ordenadores portátiles, videoconsolas, videojuegos, relojes, discos duros, memorias... lo más valioso de la tienda.

No contentos con eso, media hora más tarde vuelven otra vez a la tienda para terminar de llevarse todo lo que queda de más valor. En total el golpe asciende a más de 80.000 euros.

Los vecinos no oyeron ningún ruido y los dueños del establecimiento, que ya han sufrido cuatro atracos se sienten indefensos a pesar de todas las medidas de seguridad que tienen instaladas.