El Palacio de Cibeles, el icono de Madrid que Alberto Ruiz-Gallardón reformó con un coste millonario para acoger el Ayuntamiento de la capital, parece haberse convertido con la llegada de la precampaña electoral en una "patata caliente" con la que los aspirantes a la Alcaldía no quieren quemarse las manos.
Primero fue la candidata popular, Esperanza Aguirre, la que en una entrevista el pasado día 9 anunció por sorpresa como primera medida que no pisará el Palacio de Cibeles porque ella prefiere un Ayuntamiento "pequeñito, modesto, al servicio de los ciudadanos", como la vieja Casa de la Villa, y no un Ayuntamiento "megalómano".
De inmediato, el candidato del PSOE, Antonio Miguel Carmona, aseguró también que si se convierte en el próximo alcalde de Madrid no tendrá su despacho donde lo tuvo Gallardón y lo tiene todavía Ana Botella, porque pretende usar el Palacio de Cibeles para "algo muy importante", aunque al día siguiente precisó que no se trasladaría "si cuesta un euro a los madrileños".
La tercera en terciar en el debate fue la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que restó importancia al anuncio de la candidata de su partido y lo explicó como un símbolo de que lo que quiere Aguirre es un gobierno austero.
Para redondear la polémica de la semana, la actual inquilina del edificio, Ana Botella, dijo el jueves que le parece "muy bien" trasladar -y éste es el matiz- el "despacho" de la Alcaldía a la antigua Casa de la Villa, en el Madrid de los Austrias.
En su ánimo de no entrar en polémicas con la presidenta regional de su partido, Botella solo apuntó que Cibeles tiene "una parte muy importante que se dedica a actos culturales" y que hoy en día trabajan allí más de mil funcionarios -exactamente 1.041- "que antes estaban en edificios alquilados", con el consiguiente ahorro.
De acuerdo con las cuentas municipales facilitadas a Efe por el Ayuntamiento, el Palacio de Cibeles tiene un resultado negativo de 273.856 euros anuales, lo que significa menos de 750 al día, aunque esa cifra solo se refiere al 70% del edificio que no está dedicado a oficinas municipales y no incluyen, entre otros, los gastos de personal.
CentroCentro, como se denomina ese espacio cultural, generó en 2014 unos ingresos de 2.108.213 euros, mientras que los gastos ascendieron 2.384.083 euros.
Dentro de sus fachadas -la principal, la que da a la plaza de Cibeles, parada obligada para las fotografías de los turistas- se esconden 30.000 metros cuadrados de uso cultural por lo que han pasado en los últimos tres años alrededor de 3.100.000 personas, 1.351.718 solo el año pasado.
Por ejemplo, la exposición "El legado de la Casa de Alba", que reunió piezas de incalculable valor entre noviembre de 2012 y abril de 2013, tuvo 157.000 visitas y supuso para el Ayuntamiento unos ingresos de 110.000 euros.
En todo caso, es posible que las cuentas del Palacio no sean, al menos principalmente, lo que motivo las palabras de Esperanza Aguirre, que probablemente la única vez que estuvo en Cibeles fue en la toma de posesión de Ana Botella como alcaldesa el 27 de diciembre de 2011, y que esta semana utilizó para referirse al edificio el mismo apelativo, "megalómano", que utilizó durante años la oposición a Ruiz-Gallardón.
Como reconoció el propio Gallardón en 2011, la reforma del Palacio de Cibeles costó 126 millones de euros, un 56,7 % más de los 80,4 millones previstos, sin contar los alrededor de 400 millones en los que se valoraron los inmuebles que el Ayuntamiento intercambió con el Estado para la hacerse con su propiedad.
Aunque el traslado de los primeros funcionarios se adelantó unas semanas, Gallardón estrenó el despacho que ahora no quieren Aguirre ni Carmona a principios de noviembre de 2007.
Más tarde comenzó a funcionar el área cultural y empezó a usarse el patio acristalado para acontecimientos como la entrega de las medallas de oro de la ciudad en San Isidro o las celebraciones de los títulos del Real y el Atlético de Madrid, y el actual salón de plenos, de estilo "parlamentario", se estrenó el 30 de noviembre de 2011.