Investigadores del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid han descubierto que la molécula cilastatina es capaz de frenar la expansión del fracaso renal agudo, producido por la toxicidad que originan muchos fármacos utilizados en la práctica clínica.
Se trata de una complicación que padecen el siete por ciento de los pacientes hospitalizados, y entre el 36 y el 67 por ciento de los enfermos críticos, y que provoca que se alarguen las ingresos hospitalarios, se multipliquen por tres los costes sanitarios, se perjudique la calidad de vida del paciente y que, incluso, se lleguen a reducir los ciclos de los tratamientos que pueden salvar la vida de un paciente.
Y es que, la mayoría de los fármacos se eliminan por el riñón, ocasionando en muchas ocasiones un fallo renal que puede derivar en trasplante y posterior diálisis. Los medicamentos que más toxicidades provocan en el riñón suelen ser los citotóxicos (utilizados para el cáncer), los inmunosupresores (para los trasplantes), los antibióticos o los usados para el tratamiento del VIH.
Con el fin de solventar esta situación, en la década de los 90 los investigadores del Laboratorio de Fisiopatología Renal del Gregorio Marañón, dirigidos por el doctor Alberto Tejedor, comenzaron a observar que el antibiótico 'Tienam', de uso habitual en los trasplantes, no solía originar daño renal.
De hecho, y tras realizar un metaanálisis de los datos obtenidos en diferentes países, incluido en España, en pacientes con trasplante cardiaco, pulmonar y renal, descubrieron que este antibiótico era capaz de reducir el riesgo de diálisis en un 72 por ciento y la lesión renal aguda en un 50 por ciento en pacientes con trasplante cardiaco, pulmonar y renal.
FARMACO INOCUO QUE NO QUITA PODER TERAPEUTICO AL RESTO
No obstante, hasta ese momento la comunidad científica no sabía que este efecto era gracias a la molécula cilastatina, algo que sí consiguieron detectar los investigadores españoles. "Hemos tenido que trabajar en secreto para proteger nuestro hallazgo y entenderlo", ha reconocido el doctor Tejedor.
Para ello, analizaron los efectos protectores de esta molécula en células y, posteriormente, en animales, comprobando que por sí sola es capaz de frenar la progresión del daño renal sin impactar en la efectividad de los medicamentos. "Es un fármaco inocuo, no quita poder terapéutico y protege a los riñones ya que, aunque no impide el fracaso renal, sí bloquea su expansión", ha añadido otro de los investigadores, Alberto Lázaro.
Por tanto, el nuevo medicamento, que comenzará su fase clínica en 2018, podría mejorar y ampliar las terapias más eficaces para el cáncer, VIH o trasplantes pero que, sin embargo, provocaban toxicidad renal. "Aunque cada fármaco tiene un mecanismo de acción específico, hemos visto que el fracaso renal agudo provocado por el mismo tiene un mecanismo común en todos los medicamentos que puede ser bloqueado por la cilastatina", ha apostillado el doctor Tejedor.
Actualmente, los científicos han licenciado la patente a la empresa biofarmacéutica Spherium Biomed, para que pueda llegar el fármaco a la práctica clínica. "Esperamos que en un año o año y medio podamos ya estar disponiendo de él. Y es que, hemos completado la fase de desarrollo y, además, la fase de seguridad nos ha venido rodada gracias a que el metaanálisis realizado nos ha confirmado que no es tóxico", ha zanjado el investigador.