La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha visitado los huertos ecológicos sostenibles del Laboratorio de Agricultura Abierta "Agrolab" en Perales de Tajuña.
La presidenta regional ha visitado un huerto ecológico sostenible que forma parte de un proyecto de empleo agrario impulsado por el Instituto Madrileño de Investigación.
El proyecto ha revitalizado la tradición agrícola perdida de la localidad madrileña de Perales de Tajuña uniendo los saberes y experiencias rurales y urbanas de la ciudadanía.
Han creado espacios a través de diferentes talleres de forma que las redes del campo y la ciudad se encuentran, hablan y trabajan de forma colaborativa con el objetivo de que, además de la producción, distribución y consumo, sirven como taller divulgativo en escuelas, como centro de inserción social para personas en riesgo de exclusión o incluso como terapia a determinados colectivos
Cristina Cifuentes ha pasado buena parte de la mañana conociendo los diferentes huertos, pero no se ha limitado a tener un papel de mera espectadora sino que se ha arremangado y ha participado en la recogida de patatas. Su experiencia le ha resultado “muy satisfactoria”
“El Gobierno de Madrid es un gobierno comprometido con el campo madrileño –ha subrayado- que tiene en proyectos como éste que un presente, pero sobre todo un futuro muy prometedor”
En la actualidad se han recuperado muchas especies de la huerta del Tajuña como el melón amarillo o las habas, que provienen de las semillas usadas por los agricultores de la zona.
Estos huertos ecológicos sirven además de reinserción a desempleados y personas en riesgo de exclusión social a quienes forman en los talleres, tal y como ha destacado Cifuentes.
La experiencia surgió tras una investigación realizada en el propio IMIDRA, un centro dependiente de la Comunidad de Madrid, en esta comarca de las Vegas, en el sureste de la región.
Se eligió Perales porque de entre todos los municipios de la zona tenía unos indicadores económicos que estaban por debajo de la media y en un primer diagnóstico pensaron que entre la gente más mayor había una cierta nostalgia por una cultura agrícola que se había perdido.
Entre los más jóvenes se toparon con un profundo desconocimiento de esa tradición y un sector que rechazaban.
Hoy en día existe una escuela de formación, donde a través de diferentes fases, los agricultores se capacitan para sacar adelante su cosecha y comercializarla. A ello se han sumado experiencias sociales como es la inserción de personas en riesgo de exclusión o la creación de talleres para escuelas.