En medio de una gran remodelación del aparato de seguridad de Afganistán, la insurgencia hizo hoy una demostración de fuerza con un atentado suicida que causó al menos 25 muertos, todos civiles, y medio centenar de heridos en un entierro.
El ataque ocurrió en torno a las 15.00, hora local (11.30 GMT), en el distrito de distrito de Dur Baba de la provincia oriental de Nangarhar, junto a la inestable frontera con Pakistán.
En un comunicado, el Ministerio afgano del Interior cifró inicialmente en 20 las víctimas mortales y en 50 los heridos, pero a última hora de la tarde el portavoz del gobernador de Nangarhar, Ahmad Zía Abdulzai, situó en 25 el número de fallecidos.
Según fuentes oficiales y policiales consultadas por Efe, el ataque tenía aparentemente como objetivo el máximo responsable administrativo de la demarcación de Dur Baba, Hamesha Gul, que resultó herido por la deflagración.
"El atacante tenía como objetivo a Hamesha Gul, que resultó herido junto a su hermano y dos guardias. Un hijo del funcionario perdió la vida", explicó a Efe Abdulzai.
La acción fue cometida por un terrorista suicida que detonó los explosivos que portaba adheridos a su cuerpo en medio de una multitud de personas que se habían congregado en el funeral y estaban rezando por el fallecido.
Los heridos fueron trasladados por las fuerzas de seguridad afganas a un hospital cercano. Las autoridades han atribuido el ataque a los talibanes, aunque ningún portavoz insurgente ha confirmado por el momento la autoría del mismo, algo habitual cuando las víctimas son civiles.
El incidente llega después de que el pasado sábado 12 civiles y dos soldados de EEUU murieran en un doble atentado suicida ocurrido junto a una base de la OTAN en la cercana provincia de Wardak. Esta escalada de la violencia en los últimos días coincide con el plan anunciado por el presidente afgano Hamid Karzai de renovar la cúpula de seguridad gubernamental, una decisión que debe ser sometida próximamente a un voto de confianza en el Parlamento.
La remodelación planteada por Karzai incluye cambios en la jefatura de los servicios de inteligencia y en los ministerios de Defensa, Interior y Asuntos Tribales y Fronterizos, prácticamente todos los principales cargos relacionados con la seguridad del país.
La cúpula anterior fue duramente criticada a nivel interno por su incapacidad para frenar los ataques transfronterizos desde Pakistán, un incómodo vecino al que se atribuye un apoyo a grupos insurgentes como los propios talibanes.
Desde el exterior también han arreciado últimamente críticas hacia el Ejército y Policía afganos por el aumento de agresiones de uniformados de ese país contra tropas de la OTAN, que han perdido casi medio centenar de soldados en este tipo de acciones en 2012.
La Alianza Atlántica anunció de hecho este fin de semana que suspende el entrenamiento de reclutas de los cuerpos policiales locales mientras se aborda el asunto de los ataques, causados en parte por la infiltración de talibanes en las fuerzas afganas.
La provincia de Nangarhar, escenario del atentado suicida de hoy, forma parte del conflictivo arco suroriental afgano, cuya población pertenece mayoritariamente a la etnia pastún, la propia de los milicianos talibanes.
Los insurgentes luchan por derrocar al Gobierno afgano y forzar la salida de las tropas extranjeras del país para volver a instaurar un régimen fundamentalista islámico como el que hubo desde 1996 hasta 2001, año en que EEUU invadió Afganistán.
Sus ataques causan, sin embargo, con mucha frecuencia un gran número de víctimas civiles, que se han consolidado como un colectivo muy vulnerable en esta guerra. Las fuerzas de la OTAN iniciaron el año pasado la transición de seguridad con el Ejército y Policía afganos y, según la hoja de ruta, este proceso culminará en 2014, cuando está previsto que no permanezcan tropas de combate extranjeras en el país.