El secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, es la cara moderada y diplomática del presidente Donald Trump en sus primeras tres semanas de mandato, en las que se se ha convertido en el emisario diplomático encargado de apaciguar las dudas de europeos y asiáticos.
Antes de que Trump y el primer ministro nipón, Shinzo Abe, intenten hoy un acercamiento personal en Palm Beach (Florida), clave para conocer el futuro de una alianza esencial para ambos, Mattis realizó una gira que sentó las bases de una visita que ha transcurrido sin sobresaltos.
Tras departir en el Despacho Oval el viernes, el nuevo Gobierno de EEUU mantuvo las líneas básicas de la relación bilateral dentro de los márgenes en los que se movió la anterior: mantenimiento del "paraguas nuclear", de la postura favorable a Japón en islas en disputas y de los compromisos para desplazar una base militar en Okinawa criticada por los japoneses.
A falta de un secretario de Estado en ejercicio (Rex Tillerson no tomo posesión de su cargo hasta la semana pasada) Mattis ha sido el encargado de reafirmar a los aliados tradicionales de Washington que Trump no descuidará los pilares básicos de las relaciones de seguridad y defensa con ellos.
Mattis voló la semana pasada a Japón y Corea del Sur para reafirmar los compromisos de defensa de Estados Unidos con ambos socios en el noreste asiático y mantener la firme postura ante el régimen norcoreano, que mantiene su programa nuclear y de misiles pese a la relación internacional.
Trump, que en repetidas veces dijo en campaña que Estados Unidos no tenía por qué aportar a la defensa de ambos socios, había dejado a Seúl y Tokio en un estado de constante agitación -algo que llevó a Abe a la Trump Tower antes de la toma de posesión del presidente de EEUU-, la cual fue Mattis el primero en calmar.
Mattis también mandó un mensaje tranquilizador a Pekín al asegurar que la vía diplomática será la principal para mediar en las disputas marítimas de China con sus vecinos asiáticos, después de que la Casa Blanca sugiriera bloquear el acceso a los chinos a las islas en las que construyen instalaciones.
Del mismo modo, el jefe del Pentágono ha tenido que ser el interlocutor diplomático con los socios europeos, preocupados por el futuro de la Alianza Atlántica de la OTAN, especialmente ante las acciones de Rusia en Ucrania y las tensiones en Europa del Este.
Este viernes se reunió con la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, en el Pentágono, algo que ya hizo en fechas previas con su homólogo canadiense, Harjit Sajjan, o por teléfono con líderes militares de México, Pakistán, Francia o India.
La apretada agenda de contactos de Mattis (que incluso le ha llevado a tratar con el presidente afgano, Ashraf Ghani) le confiere un papel de portavoz de alto nivel de Trump clave a la hora de reafirmar compromisos de defensa, seguridad, inversiones o lucha contra el terrorismo yihadista.
Además, pone de relieve la confianza que deposita Trump en su "general", como se refiere a él, y la importancia que tendrán los asuntos de defensa en la política exterior estadounidense.
Mattis, que ha sido líder militar estadounidense en Oriente Medio, Afganistán o en la OTAN, es uno de los miembros del gabinete y círculo cercano de Trump con mayor experiencia exterior, pese a ser militar, y uno de los mejor valorados en el Congreso o en ámbitos diplomáticos.
Frente a la frenética y, en ocasiones, agresiva actividad en Twitter de Trump -quien ha llegado a advertir al presidente iraní, Hasan Rohaní, que se "ande con cuidado"- Mattis es un bálsamo de normalidad.
"Dada las preocupaciones internacionales sobre la nueva dirección de la política exterior y de seguridad de EE.UU., el secretario Mattis y su equipo han demostrado una gran habilidad no solo para labrar una nueva relación, sino para reforzar cimientos existentes", indicaba recientemente Stephen Noerper, profesor de la Universidad de Columbia y director de la fundación Korea Society.