La moneda única llegó a las calles de Europa con promesas de estabilidad económica y crecimiento, que se cumplieron, pero con un encarecimiento de los precios que superaron todas las expectativas.
Al sonar las 12 campanadas del inicio del año 2002, los cajeros automáticos de España y del resto de sus socios europeos comenzaron a suministrar billetes a unos ciudadanos que no conocían su moneda más que por los medios de comunicación, que realizaron una intensa campaña para concienciar a la población.
La llegada de la moneda única prometía crecimiento económico y una cierta equiparación con los países europeos más avanzados, y aunque el balance pueda ser mixto, los responsables económicos coinciden en que en una España sin el euro, el futuro hubiera sido peor.
"Independientemente del impacto que la llegada del euro tuvo en los precios, yo creo que ha sido extremadamente positivo para España", dijo hace unos días el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos.
De no haber sido por la moneda común europea, hoy "estaríamos en una situación mucho peor", dijo el ministro, para quien los errores económicos cometidos en esta década hubieran sido más intensos "de no haber tenido el entorno y el marco del euro".
A nivel popular, en cualquier caso, la principal crítica que se realiza a la implantación de la moneda única es el impacto elevado que tuvo en los precios, y que no tuvo una correspondencia en los salarios.
De hecho, no sólo se aplicó un "redondeo" al alza de los precios, sino que con el tiempo se acabó produciendo una cierta equivalencia psicológica entre las 100 pesetas y un euro, aunque el cambio real era de 166,386 pesetas.
Lo mismo ocurrió con las 2.000 pesetas y los 20 euros (que realmente valían 3.328 pesetas) o con las 5.000 pesetas y los 50 euros (8.319 pesetas).
Como consecuencia, sólo en un año, en 2002, los precios crecieron el doble de lo previsto, aunque la inflación fue muy superior en los bares y restaurantes (5,8%), en la ropa y calzado (5,3%), el transporte (5%), y la comida (4,6%).
Aunque hace diez años que no vemos pesetas en circulación, no todos los antiguos billetes y monedas han sido retirados.
Actualmente, el importe de los billetes y monedas que aún no se ha canjeado alcanza los 1.708 millones de euros, según los datos del Banco de España.
Este importe supone más dinero de lo que Irlanda espera ingresar en sus arcas en 2012 con la introducción de una nueva batería de impuestos y medidas de ahorro.
Del total del importe en pesetas que aún queda en manos de los españoles, 881 millones de euros corresponden a monedas y 897 millones a billetes.
El Banco de España asegura que aunque es imposible prever las pesetas que quedarán sin canjear, un cierto porcentaje de ellas no volverá nunca al supervisor.
En su opinión, esto se debe a que muchas pesetas ya forman parte de colecciones o simplemente estarán en manos de los ciudadanos como recuerdo, mientras que otras se habrán perdido.
Por otro lado, otra parte de las pesetas podría estar todavía en manos de turistas que visitaron España.
Las primeras monedas de pesetas que se acuñaron, según la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda, fueron en 1869, por Decreto de 19 de octubre, para adecuar el sistema monetario al de la Unión Monetaria Latina.
La primera emisión de los billetes en pesetas se produjo el 21 de octubre de 1940, y durante toda su trayectoria se han estampado en ellos diversas motivaciones, aunque la mayor parte ha servido para rendir homenaje a personalidades destacadas en los distintos ámbitos de la historia. Cristóbal Colón ha sido uno de los personajes más retratados.
Este año, y para conmemorar el X Aniversario de la puesta en circulación del euro, se emitirán una serie monedas de colección en plata, entre las que habrá una de 30 euros con las efigies superpuestas de los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía.