Cuando aún resuenan los ecos del extraordinario rescate de los 33 trabajadores de la mina San José en Chile, los mineros fueron hoy de nuevo los auténticos protagonistas de otra historia a 800 metros de profundidad: el final de la perforación del túnel suizo de San Gotardo, el más largo del mundo, con 57 kilómetros.
Una historia diferente pero con muchas similitudes, que, como en Chile, tuvo un final feliz cuando los mineros que perforaron el túnel bajo los Alpes desde el Norte, en el cantón suizo-alemán de Uri, y los que lo hicieron desde el Sur, en el cantón suizo-italiano de Tesino, se encontraron a medio camino a la altura de la localidad de Sedrun.
Una gran ceremonia, con asistencia de un millar de personas, entre autoridades, habitantes de la zona y los propios trabajadores, enmarcó esta jornada histórica para Suiza que concluyó una gran etapa simbólica en la construcción de este paso ferroviario que se abrirá al tráfico en 2017, según los planes.
"Ellos son los héroes del día, quienes han trabajado noche y día, bajo un clima tropical de calor y humedad", elogió el jefe de la empresa AlpTransit, responsable de las obras, Renzo Simoni, tras nombrar a los ocho mineros que perdieron la vida en los 15 años que han durado los trabajos, un ejemplo del riesgo que entraña este oficio.
El ministro suizo de Transportes, Moritz Leuenberger, vestido como todos los asistentes con chaleco reflectante y casco, destacó las dificultades y obstáculos que había ido superando esta gran obra de ingeniería.
"La montaña es grande, nosotros somos pequeños, pero juntos hemos hecho algo muy grande. Hemos vencido a la montaña", dijo, emocionado.
Leuenberger agradeció a los ministros de Transporte de la UE que, desde Luxemburgo, donde celebran un consejo, siguieron la ceremonia, mientras el embajador de los Veintisiete en la Confederación Helvética, Michael Reiterer, destacó "la gran contribución que Suiza ha hecho para la conexión entre el norte y el sur de Europa".
Tras la bendición impartida al proyecto por un sacerdote católico y un pastor protestante, la enorme tuneladora responsable de perforar la roca se puso en funcionamiento desde el lado Norte para horadar los últimos 180 centímetros que la separaban del túnel de base del Sur.
Unos 20 minutos después, y en medio de los aplausos de los asistentes, la pared rocosa se derrumbó con estrépito abriendo un boquete que dejó al descubierto la luz del otro lado del túnel.
Después, los mineros procedentes del sur de los Alpes treparon por una escalerilla y fueron saliendo uno a uno para encontrarse con sus colegas del norte.
El primero en pasar, un obrero austríaco, portaba una estatuilla de Santa Bárbara, protectora de los mineros, que colocó en un pequeño altar con velas y con las fotos de los trabajadores muertos en este tajo.
El encuentro selló el final simbólico de la primera fase de un largo proyecto que ya ha desbancado al túnel de Seikán (Japón), de 54 kilómetros, como el más largo del mundo, y que tendrá un claro efecto medioambiental al traspasar de camiones al ferrocarril gran parte del tráfico de mercancías.
Con dos entradas -Ertsfeld, en el norte, y Bodio, en el sur- se prevé que al menos 300 trenes de pasajeros o de mercancías pasen cada día por este túnel, un nuevo recorrido que permitirá a los ferrocarriles alcanzar los 250 km/h y reducirá una hora la conexión Zúrich-Milán, hasta las 2 horas y 40 minutos.
Para perforarlo, las dos tuneladoras llamadas por los mineros "Heidi" y "Sissi", han progresado 40 metros por día, funcionado 320 días al año y excavado unos 24 millones de toneladas de roca, el equivalente a cinco veces el volumen de la gran pirámide de Keops.
Además de los retos geológicos que se han afrontado, el túnel de San Gotardo ha debido superar varios referendos populares en Suiza así como algunas críticas por el alto coste, de más de 10.000 millones de francos (unos 7.500 millones de euros).