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John Henry Newman (1801-1890), el más célebre converso al catolicismo entre los anglicanos, a quien beatificó Benedicto XVI hoy en Birmingham, es, al igual que el Papa, un gran teólogo e intelectual.

Su reputación no ha dejado de crecer después de su muerte y así nada menos que el escritor irlandés James Joyce, autor de "Ulises", le consideraba el más importante prosista de Inglaterra, según cuenta su biógrafo John Cornwell.

Su producción literaria es enorme con obras de teología, filosofía, poesía, novelas, además de himnos, sermones y obras dedicadas a la historia de la Iglesia.

Newman está considerado uno de los "padres espirituales" del Concilio Vaticano II, que lanzó a la Iglesia hacia el tercer milenio.

Nacido en Londres el 21 de febrero de 1801, Newman comenzó sus estudios en Oxford con sólo dieciséis años, obtuvo una beca para el Trinity College y, tras su graduación, fue tutor en Oriel, el más vivo intelectualmente en su día de los "colleges" de esa centenaria universidad.

Newman tomó los hábitos como sacerdote de la Iglesia anglicana y en 1928 fue nombrado vicario de St. Mary's, la iglesia de la Universidad de Oxford.

Tras un viaje por el continente europeo en 1833, comenzó a publicar con Richard Hurrell Froude y otros intelectuales anglicanos la serie de panfletos "Tracts for the Times", que dio nombre al llamado "Movimiento de Oxford" o "taractarianos".

Se trata de un grupo de la High Church anglicana (que emplea muchas prácticas asociadas a la iglesia católica romana), la mayoría de cuyos miembros eran de la Universidad de Oxford, partidarios de la aceptación por la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papa.

Tras años de agitación, el movimiento y su líder fueron objeto de una prohibición oficial por parte de la Universidad y de los obispos anglicanos, y Newman abandonó Oxford para en 1845 pasarse a la Iglesia católica romana.

Su conversión hizo que otros conocidos intelectuales se convirtieran al catolicismo, entre ellos Henry Edward Manning, que llegaría también al cardenalato, el arquitecto Augustus Pugin, que diseñó las Casas del Parlamento, el poeta Gerard Manley Hopkins, la novelista lady Georgiana Fullerton o el biólogo George Jackson Mivart.

Tras pasar algún tiempo en Roma e introducir en Inglaterra el instituto de Oratorio de San Felipe Neri, Newman viajó en 1854 a la capital irlandesa, donde pasó cuatro años como rector de la nueva universidad católica y donde escribió la "Idea de una Universidad".

En 1879 fue nombrado cardenal como reconocimiento, entre otras cosas, de los servicios prestados a la causa de la religión en su país natal.

Algunos historiadores han destacado la rivalidad entre los cardenales Newman y Henry Edward Manning (1808-1892), este último considerado más bien un ultramontano, defensor de la obediencia total a Roma, frente a la actitud mucho más liberal del primero.

En un trabajo publicado en el diario británico "Financial Times", Cornwell dice que Newman ha sido siempre una fuente de inspiración para los liberales católicos por su tendencia a ver "siempre los dos lados de cualquier cuestión y seguir siempre el dictado de su conciencia, el último árbitro".

Recuerda al respecto que fue expulsado de la dirección editorial de una revista católica por sus artículos críticos hacia el papado y se pregunta, comparando su talante con el conservadurismo del actual pontífice si, beatificándole, éste no le está en realidad "secuestrando".

El biógrafo señala asimismo otro aspecto importante de la personalidad de Newman cual es la íntima amistad que le unió en vida a otro converso a la fe católica, Ambrose St John, junto al cual pidió ser enterrado.

Cornwell destaca, sin embargo, su "vida de castidad" y pone en duda que pueda hablarse de otra relación que la "de corazón a corazón", como proclamaba el lema del cardenal.

En 2008 se procedió a exhumar los restos mortales de ambos religiosos en la tumba común para trasladarlos al Oratorio de Birmingham en preparación de su posible canonización, pero se descubrió que el féretro del madera del cardenal se había desintegrado totalmente, al igual que el cadáver