El papa Francisco celebró hoy una misa multitudinaria frente al mar en Huanchaco, en la turística localidad peruana de Trujillo, y en la que recordó las consecuencias dolorosas de fenómenos como El Niño Costero, atribuidos al cambio climático, una de las grandes preocupaciones del pontífice.
Frente esta playa meca de surfistas, Francisco ofició una misa ante unas 200.000 personas, según la organización, que recibieron con cantos entusiastas al papa, en esta primera misa de su visita a Perú, que comenzó el 18 de enero.
Recordó cómo el año pasado los habitantes de esta zona tuvieron que "enfrentarse el duro golpe del 'Niño costero' y cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir sus hogares".
"También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes", dijo Francisco, que quiso así llevar su solidaridad después de las graves inundaciones que destrozaron Trujillo entre diciembre de 2016 y abril de 2017 y causaron 162 muertos y más de 300.000 damnificados y 66.000 viviendas destruidas.
Francisco ha advertido siempre de los efectos del cambio climático y continúa sus llamamientos para que se tome consciencia de ello.
El pontífice reconoció que en estos momentos tan difíciles "se cuestiona y pone muchas veces en duda" la fe y que, sin embargo, "en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y ayudarse como verdaderos hermanos".
Destacó la "solidaridad, la generosidad" con la que se ayudaron y "en medio de la oscuridad junto a tantos otros fueron cirios vivos que iluminaron el camino con manos abiertas y disponibles para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza".
Advirtió de que hay otras tormentas que amenazan la sociedad en esta zona y que tienen efectos "devastadores" y citó la "violencia organizada, como el sicariato, y la inseguridad que esto genera".
Las otras "tormentas" de las que habló el papa fueron "la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros".
Para Francisco, la solución para salir de estas "tormentas", de sacar a los hijos adelante ante estas situaciones, "se llama Jesucristo".
"Los peruanos en este momento de la Historia no tienen derecho a dejarse robar la esperanza", agregó Francisco y arrancó los aplausos de toda la explanada.
Concluyó su homilía con un canto a la Virgen: "Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor".
El papa preguntó a los presentes si se animaban a cantarla con él, pero como no conseguían arrancar, les pidió repetir estas frases como conclusión de su homilía.
Después, Francisco trasladó su solidaridad y cercanía directa a los afectados por El Niño, las fuertes lluvias que causaron inundaciones y derrumbes en Trujillo y en uno de los barrios más pobres, el de Buenos Aires.
Francisco se subió al papamóvil tras saludar a una niñas del barrio que le entregaron flores blancas y recorrió cerca 20 minutos la única carretera asfaltada del barrio totalmente acordonada y repleta de gente para concluir en el arzobispado de Trujillo, donde almorzará.
Lo que Francisco pudo ver fue uno de los barrios más pobres de Trujillo, pero engalanado con carteles de bienvenida y globos con los colores blanco y amarillo de la bandera vaticana.
Francisco no pudo ver los verdaderos efectos de las terribles inundaciones y los huaicos (aludes) que causaron en este barrio de 30.000 habitantes unos 3.000 damnificados y colapsaron 500 casas.
En su calles estrechas Francisco circuló entre las vallas siempre de pie y sin dejar de saludar y bendecir a la población afectada.