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El director de la Organización Nacional Siria de los Derechos Humanos, Ammar Qurabi, criticó este lunesla propuesta del régimen sirio de emprender una reconciliación nacional y aseguró que "un diálogo con un arma en la mesa no puede ser un diálogo equilibrado". El activista sirio subrayó que si el régimen de Damasco desea un diálogo real debe dejar de matar a manifestantes, liberar a los 10.000 detenidos que mantiene en las cárceles y permitir las protestas pacíficas.

"Las autoridades tienen que ir a las cárceles y llevar a cabo ese diálogo en la cárcel, porque los representantes reales de estas manifestaciones están en la cárcel o escondidos", aseguró Qurabi en una cafetería del centro de El Cairo, situada junto a la simbólica plaza de Tahrir, epicentro de la revolución egipcia.

El ministro de Información sirio, Adnan Mahmud, que fue el encargado el sábado pasado de anunciar el comienzo de este diálogo, aseguró que "el presidente (Bachar al Asad) ha recibido a personalidades de las distintas provincias para escuchar sus opiniones y demandas".No obstante, Qurabi, que reside en El Cairo desde hace cinco semanas, comentó a este respecto que "existe un régimen civil representado por el Ministerio de Información, que llama al diálogo y luego hay una autoridad militar y de seguridad que actúa sobre el terreno y mata a la gente".

Asimismo, denunció que ese diálogo no tiene ni agenda ni programa y agregó que el objetivo de las autoridades con dicha iniciativa es "administrar la crisis, pero no solucionarla".En las protestas populares sirias, que comenzaron en la ciudad meridional de Deraa y se extendieron después a Banias, en la costa, Homs, en el centro y más tarde al resto del país, han muerto hasta hoy al menos 810 personas, según la ONG que dirige Qurabi. "Pero seguro que hay más, no podemos recoger todos los datos, hay muertos sin identificar y nuestras posibilidades son limitadas", precisó el defensor de los derechos humanos.

Para este activista sirio de 42 años, el origen de "la revolución" está en el "abismo y la ausencia de confianza entre el régimen y la gente", un problema que, según sostiene Qurabi, ha aumentado todavía más, no "sólo por los disparos y los tanques, sino también como resultado de las promesas incumplidas".Qurabi piensa que la crisis se prolongará durante meses, y que se se puede decantar para cualquiera de los lados.

Cree que si Alepo, la segunda ciudad del país, se levanta, la situación se decantará a favor de los manifestantes. Sin embargo, considera que si las provincias comienzan a renunciar a la lucha, el régimen no tardará en recuperar el control. Damasco, donde el pasado viernes se registraron cinco protestas, juega para Qurabi un papel simbólico, pero no determinante.

El problema de la capital radica, según el activista, no en la ausencia de protestas, sino en que las fuerzas de seguridad han impedido que los manifestantes tomaran un lugar simbólico, como ocurrió con la plaza de Tahrir de El Cairo.

Mientras bebe un café americano a pequeños sorbos, comenta que no regresará a Siria mientras no tenga garantías suficientes, ya que penden contra él varias denuncias. "No tengo miedo de que me detengan, pero temo que mi detención suponga una disminución de la actividad. Mi papel ahora es importante, informar al mundo de lo que pasa en Siria", dice este sirio, médico de formación, que ha denunciado la detención de muchos de sus colegas activistas.