La canciller alemana, Angela Merkel, logró hoy la reelección, aunque su nueva victoria quedó empañada por el ímpetu ultraderechista, el gran desafío para el cuarto mandato de esta líder atípica, consolidada en el poder a golpe de sangre fría.
Doce años después de hacer historia, como primera mujer y primer político crecido en el este alemán que accedía a la Cancillería de la potencia europea, Merkel se impuso en las urnas ante su cuarto rival socialdemócrata, Martin Schulz.
Alemania optó por la continuidad, pero nada será igual para Merkel, quien tras haber sido rabiosamente abucheada en su campaña por militantes de Alternativa para Alemania (AfD) tendrá ahora a los diputados de ese partido ultraderechista en el Bundestag (cámara baja).
Especialmente hirientes para ella fueron esas protestas en el territorio de la antigua Alemania comunista, la mitad del país donde creció y donde la descubrió su padrino político Helmut Kohl, tras la caída del muro de Berlín, en busca de nuevos talentos.
De esa fase le quedó el apodo de "muchacha del Este", como la denominó en tono paternalista Kohl.
Para muchos de sus compatriotas, Merkel es más bien una "mutti" ("mami") -o una "omi" ("abuela") para los más jóvenes-, la mano que protege de males mayores, que se impone sin arrogancia y apuntalada en el poder desde una posición de partida singular.
Angela Dorothea Kassner, el nombre con el que vino al mundo en 1954, en Hamburgo, creció en una parroquia de pueblo de la ahora extinta República Democrática Alemana (RDA), donde ejercía como pastor protestante su padre, un izquierdista convencido del oeste que eligió ese destino.
Estudió entre Leipzig y Berlín y se casó con 23 años con un compañero de estudios, Ulrich Merkel, del que conserva el apellido.
Ese matrimonio fue fugaz, pero unos años después conoció al que se convertiría luego, y sigue siendo, su marido, Joachim Sauer -por entonces casado y con dos hijos-, asesor de su tesis doctoral en Física e inmerso como ella en el ámbito científico.
A esa época corresponde su etapa como secretaria de propaganda de las juventudes comunistas en la Academia de Ciencias de Berlín.
Poco después empezó a contactar con grupos opositores, aunque no estuvo entre la multitud que la noche del 9 de noviembre de 1989 celebró entre lágrimas y cervezas la caída del Muro de Berlín porque, según ha reconocido, se enteró saliendo de la sauna y prefirió retirarse.
En febrero de 1990 ingresó en la Unión Cristianodemócrata (CDU) y, tras las primeras elecciones de la Alemania reunificada, Kohl la convirtió en ministra de la Mujer y la Juventud.
Escaló posiciones, llegó a la secretaría general y tomó las riendas del partido en 1999, después de haber llamado a los suyos a "emanciparse" de Kohl, responsable de una red de cuentas secretas que salió a la luz con el paso del partido a la oposición.
En 2005, tras varias pugnas internas, fue designada candidata a la Cancillería, que conquistó tras imponerse por la mínima ventaja al animal político teóricamente superior que era el entonces canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder.
Desde entonces ha derrotado a otros tres socialdemócratas: Frank-Walter Steinmeier, en 2009; Peer Steinbrück, en 2013 y ahora a Schulz.
El pasado noviembre, cuando asumió el desafío de no rehuir las urnas, se la veía revalorizada como factor de estabilidad en tiempos convulsos tras la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump.
Ya por entonces se percibía que tenía ante sí una Alemania polarizada por la llegada al país desde 2015 de 1,3 millones de refugiados.
La reelección la ha puesto camino de igualar, cuando culmine la legislatura que ahora se abre, el récord de permanencia en el poder de Kohl, quien estuvo 16 años en la Cancillería (1982-1998).