Un mes después del terremoto que sacudió Ecuador, el país lucha por sobreponerse a la catástrofe, pero la situación es complicada para miles de familias que dependen de la ayuda humanitaria y permanecen alojadas en albergues temporales en condiciones precarias.
En una entrevista con Efe, el director de Cooperación de Ayuda en Acción, Fernando Mudarra, señala que "es necesario que la gente recupere la normalidad, salga de los refugios provisionales y empiece a reconstruir sus viviendas y sus formas de vida".
Sin embargo, estima que la reconstrucción va a tardar unos seis u ocho meses y en este periodo habrá que mantener la ayuda humanitaria y alimentaria a las familias para que puedan sobrevivir hasta que la situación se normalice.
Cuando se produjo el terremoto, Mudarra se encontraba en Pasto, la capital del departamento colombiano de Nariño, donde el seísmo se sintió de manera "muy fuerte", y al día siguiente cruzó la frontera para dirigirse a la zona afectada de Ecuador, en la que Ayuda en Acción tiene un proyecto de cooperación.
El terremoto arrasó la provincia de Manabí y el sur de su vecina de Esmeraldas, donde el Gobierno mantiene la declaración de emergencia y las labores de asistencia humanitaria.
"En Esmeraldas había un nivel de devastación muy importante, en las construcciones y en el paisaje, pero, sobre todo, había mucho miedo en la gente", recuerda el portavoz de la ONG, quien apunta que en algunas zonas rurales se encontró familias con cinco o seis niños que estaban "aterradas y desorientadas" y que salían a la carretera para buscar información porque los móviles no funcionaban.
Durante el último mes, precisa, la situación ha evolucionado de manera diferente en los principales núcleos urbanos de Manabí, como Portoviejo, Manta y Pedernales, y en las zonas rurales, con pequeñas poblaciones dispersas.
En las áreas urbanas se ha producido un rescate de personas que estaban enterradas bajos los escombros, se han restablecido los sistemas de agua, se ha distribuido la ayuda alimentaria y se han mejorado los albergues improvisados en los que se han instalado los damnificados.
El director de Cooperación de la ONG subraya que se ha tratado de dignificar las condiciones de salubridad y habitabilidad de los refugios en los que los afectados tendrán que permanecer durante algún tiempo más hasta que empiece la retirada de los escombros provocados por la destrucción de edificios.
En las zonas rurales, la distribución de la ayuda humanitaria ha sido complicada por la dispersión de las poblaciones y todavía se están atendiendo las necesidades básicas de personas que no tienen posibilidades de volver a sus lugares de origen.
Ayuda en Acción, que trabaja de manera directa en 62 pueblos rurales de entre 50 y 80 viviendas, ha repartido kits de alimentos e higiene y otros materiales básicos como colchones, bidones de agua, cubos de basura, velas y linternas entre más de un millar de familias para que pudiesen sobrellevar los primeros días.
Mudarra expresa su preocupación por la precariedad de los albergues temporales que surgieron de la agrupación espontánea de familias que preferían estar juntas en vez de estar cada una en el campo intentando sobrevivir.
Los habitantes de la zona viven del cultivo del cacao y, sobre todo, de la pesca y de la recolección de moluscos, conchas y almejas.
"El movimiento de la placa continental ha hecho que el mar se enturbie. La gente está a la espera de que se le pase el miedo y de que las condiciones del mar mejoren para volver a hacer su trabajo y ganarse la vida", agrega.
Desde su punto de vista, la ayuda humanitaria no ha sido suficiente para atender las necesidades de la población afectada, aunque ha habido una respuesta rápida del Gobierno de Ecuador, que se ha movilizado de manera coordinada, utilizando todos los medios a su disposición para responder a la crisis.
Resalta que la colaboración ciudadana es necesaria para ofrecer una respuesta inmediata a los afectados, pero también en los momentos posteriores para conseguir que estas personas recuperen la normalidad en sus vidas y salgan del horror que han estado viviendo.
El seísmo de 7,8 grados de magnitud en la escala de Richter asoló un sector de la costa norte de Ecuador el pasado 16 de abril, dejando 660 muertos, más de 7.600 familias damnificadas, que han sido ubicadas en albergues temporales, y pérdidas materiales multimillonarias.