"Juntos. Por nuestra Austria". Así se llama el programa de Gobierno presentado hoy por conservadores y ultranacionalistas y en el que destacan el endurecimiento de la política de inmigración, el recorte de derechos a extranjeros y la defensa de una Unión Europea (UE) con menos competencias pero más eficacia.
En la presentación hoy de los detalles del acuerdo de Gobierno, Sebastian Kurz, el líder del Partido Popular austríaco (ÖVP) y futuro canciller federal, aseguró que Austria necesita cambios y lamentó que en los últimos años el país haya pasado de ser "una Alemania mejorada" a "quedarse rezagado".
Junto a Kurz, el jefe del ultranacionalista Partido Liberal (FPÖ) y futuro vicecanciller, Heinz-Christian Strache, destacó que una de las prioridades del nuevo Ejecutivo será detener la inmigración ilegal.
El líder ultra aseguró que para su partido es una prioridad "detener la inmigración al sistema social" de Austria.
Así, la renta mínima para los solicitantes de asilo se reducirá hasta los 365 euros mensuales que, dijo Strache, podrá ser complementada con un "bono de integración" de 155 euros.
El Gobierno también luchará contra el fraude en las peticiones de asilo, tramitará más rápidamente las solicitudes y acelerará las expulsiones de falsos solicitantes de asilo.
En relación a la inmigración, Kurz insistió por su parte en rechazar el sistema de reparto solidario de refugiados, una estrategia que sí defiende al actual canciller, el socialdemócrata Christian Kern.
"No podemos perder el tiempo en la discusión del reparto de refugiados, cuando sabemos que no funciona", señaló Kurz, que se une así a la postura defendida por Eslovaquia, Hungría, República Checa, Polonia, y que le ha valido a estos tres últimos países un procedimiento de infracción por no cumplir sus compromisos.
Kurz, que mantendrá las políticas europeas bajo su control, separadas del Ministerio de Exteriores en manos del FPÖ, indicó que el nuevo Gobierno tiene una "orientación pro europea" y que los dos partidos quieren "contribuir de forma activa en la UE".
De hecho, el líder del FPÖ anunció que su partido había renunciado durante la negociación con los populares a la posibilidad de que la salida del país de la Unión Europea pudiera ser decidida algún día mediante un referéndum.
Strache insistió en que su partido "está por la Unión Europea" y su proyecto de paz, aunque indicó que desde un punto de vista crítico ven "algunos desarrollos" dentro del club comunitario.
El pacto de Gobierno entre ultranacionalistas y conservadores defiende el concepto de subsidiariedad en la toma de decisiones en la UE, de forma que Bruselas se encargue de las grandes cuestiones, como política exterior, pero deje en manos de los Gobiernos nacionales o regionales otros temas.
Los dos partidos anunciaron políticas de alivio fiscal a las rentas más bajas y una pensión mínima de 1.200 euros a quienes hayan trabajado más de 40 años.
Durante las casi siete semanas de negociaciones, los dos partidos han acordado algunas medidas que han desatado el debate en los medios y la sociedad austríaca.
Entre ellas, la anulación de la prohibición total de fumar en bares y restaurantes, el aumento de la jornada laboral diaria hasta un máximo de 12 horas, o la reintroducción de las tasas universitarias.
El nuevo Gobierno de coalición, que se espera jure el cargo el lunes, cuenta con trece ministerios.
Además de la cancillería, el ÖVP gestionará Asuntos Europeos y Cultura; Mujeres, Familia y Juventud; Justicia y Reformas; Educación y Universidades; Agricultura y Medio Ambiente; Economía, y Finanzas.
El FPÖ ha logrado imponer su deseo de controlar Interior, responsable de las políticas de seguridad e inmigración, Defensa y Asuntos Exteriores, aunque sin los temas europeos. Además se queda con Asuntos Sociales y Sanidad, Infraestructuras y Deportes.
Cinco de los trece ministros son mujeres y la edad media del nuevo gabinete es de 47 años.
El FPÖ, surgido de una formación fundada en 1949 por antiguos nazis, entró ya en una alianza de gobierno con el ÖVP en 2000.
La subida de los ultras al poder generó entonces una fuerte oleada de protestas dentro y fuera del país, y llevó incluso a la Unión Europea a imponer sanciones diplomáticas a Austria.
Aunque el FPÖ es considerado el partido de extrema derecha más exitoso de Europa, esta vez no se esperan reacciones tan fuertes, entre otras razones porque ha cambiado el panorama político en Europa y a nivel internacional con el avance de otras formaciones ultras en numerosos países.