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Tras la histórica reconciliación entre Washington y La Habana, el Gobierno de Canadá parece estar dispuesto a abandonar su oposición a que Cuba se una al proceso de la Cumbre de las Américas y seguir así la política estadounidense.

Durante años, el Gobierno canadiense ha imitado a Estados Unidos en su oposición a que Cuba participe en la Cumbre de las Américas, lo que le ha enfrentado al resto de sus socios americanos que quieren la incorporación de La Habana a las reuniones regionales.

En la última Cumbre, celebrada en 2012 en Cartagena (Colombia), Canadá no sólo bloqueó la participación de Cuba en la reunión pese a los deseos expresos de los anfitriones, sino que dejó claro que no estaba interesada en una solución diplomática.

Pese a los deseos de los líderes de la región del fin del aislamiento de Cuba, el primer ministro canadiense, el conservador Stephen Harper, declaró, en referencia a Cuba, que "la Cumbre de las Américas debería estar restringida a países democráticos".

Según él, era una cuestión de "principios", dado que Cuba era una dictadura comunista, aunque no explicó por qué no tenía problemas para fortalecer sus relaciones con China y viajar a Pekín para entrevistarse con los líderes chinos, dada la falta de democracia en el gigante asiático.

Pero tras la histórica reconciliación anunciada el pasado 17 de diciembre por EEUU y Cuba para restablecer las relaciones diplomáticas, la "firmeza" de Canadá parece haber cambiado con respecto a la presencia de Cuba en la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará el próximo abril en la ciudad de Panamá.

El actual portavoz de Harper, Jason MacDonald, señaló tras el anuncio cubano-estadounidense que, "como Estados Unidos, estamos preparados para ver que Cuba se una a otras naciones en la Cumbre".

Pese a la declaración de MacDonald a los medios de comunicación canadienses, Ottawa no ha explicado todavía su giro de 180 grados.

Ni la oficina de prensa del primer ministro canadiense ni el Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá han respondido a las preguntas de Efe sobre la postura de Ottawa en relación con la presencia de Cuba en la Cumbre.

Desde la llegada al poder en 2006 de Harper y el Partido Conservador, el Gobierno canadiense ha mantenido una posición más belicosa que sus antecesores hacia algunos países latinoamericanos.

Canadá ha guardado sus distancias con países como Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Brasil y Argentina, siguiendo la pauta marcada por la diplomacia estadounidense.

Un claro ejemplo es el caso de las islas Malvinas, pues, en la Cumbre de Cartagena, Harper impidió que las demandas argentinas sobre ese archipiélago fueran incluidas en el comunicado final de los jefes de Estado.

Y en 2013, tras el referendo celebrado en ese territorio de ultramar que administra el Reino Unido y cuya soberanía reclama Argentina, el ministro canadiense de Asuntos Exteriores, John Baird, imitó la declaración de Washington sobre los resultados.

Poco antes, Washington había señalado que los resultados del referendo, en el que el 99,8 por ciento de los malvinenses dijo "sí" a continuar como territorio dependiente del Reino Unido, mostraban "claramente" la voluntad de los isleños.