Por sexto día consecutivo, Brasil vivió ayer una jornada de protestas, concentradas en esta ocasión en la capital, donde cientos de personas chocaron con la Policía en plena inauguración de la Copa Confederaciones de fútbol.
La manifestación en los alrededores del estadio Nacional, en el que jugaban las selecciones de Brasil y Japón, congregó a unas 1.200 personas y dejó al menos 27 heridos y 16 detenidos.
Los participantes vulneraron el fuerte esquema de seguridad que supuso el despliegue de 10.000 policías y soldados de las tres fuerzas armadas.
Esas tropas tenían apoyo de helicópteros y hasta de un avión no tripulado, equipados con cámaras que registran todos los movimientos en un perímetro de unos tres kilómetros en torno al estadio y que las envían en tiempo real a un moderno centro de control inaugurado el pasado jueves por la presidenta Dilma Rousseff.
Las refriegas entre policías y manifestantes ocurrieron a las puertas del estadio y crearon cierta zozobra entre las decenas de miles de hinchas que se dirigían hacia el coliseo de la capital, muchos de los cuales ingresaron al recinto a las prisas y con el miedo estampado en sus rostros.
Cuando comenzaba la ceremonia de apertura en el interior del estadio, la calma que había imperado en los primeros momentos de la protesta se acabó y dio paso a la violencia, cuyo origen no quedó muy claro, pero que incluyó una severa carga de la Policía contra los manifestantes.
Los agentes dispararon bombas de gases lacrimógenos y tuvieron apoyo de miembros de la Policía montada, que arremetieron con sus caballos contra los manifestantes, según se pudo apreciar en las imágenes de la televisión.
La Secretaría de Seguridad de Brasilia informó que 16 personas fueron detenidas y que en los enfrentamientos resultaron heridos 23 manifestantes y cuatro policías, ninguno de ellos de gravedad.
La protesta fue convocada por movimientos sociales que critican el elevado gasto público en el torneo organizado por la FIFA, en un país con una salud y educación pública deficientes y en el que muchos no tienen acceso a los servicios básicos.
El Movimiento Sin Techo, uno de los organizadores, denunció que en Brasil unas 50.000 personas viven en las calles y, sin embargo, "el Gobierno gasta millones en la construcción de estadios".
Ese malestar se vio reflejado en muchas de las pancartas que hoy exhibieron los manifestantes, que brincaban al grito de "quien no salta es de la FIFA".
"Dinero para la salud y la educación, no para el fútbol" y "Si tu hijo se enferma lo tendrás que llevar al estadio" eran algunas de las frases escritas en los carteles.
Además exigieron la liberación de cuatro personas que este viernes participaron en una manifestación similar, también frente al estadio de Brasilia.
"Libertad para los presos políticos", decía una gran pancarta que por momentos encabezó la marcha.
Otros carteles expresaron la "solidaridad" de los manifestantes con las miles de personas que en los últimos días han protestado en Sao Paulo, Río de Janeiro y otras ciudades del país contra recientes aumentos de las tarifas del transporte público.
Tal vez por razones distintas, el malestar se sintió hasta dentro del estadio de Brasilia, donde Rousseff y el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, inauguraron la Copa Confederaciones en medio de un sonoro abucheo.
Las manifestaciones contra el alza del transporte se repitieron hoy en otras ciudades del país, como Belo Horizonte, donde unas 8.000 personas marcharon también por el dinero gastado por el Estado en la Copa Confederaciones y contra la corrupción.
La marcha en Belo Horizonte fue permitida a última hora, gracias a una decisión judicial que anuló una anterior tomada por otro tribunal a pedido del Gobierno regional, que prohibía todo tipo de manifestación en la ciudad hasta que finalice el torneo de la FIFA, el próximo 30 de junio.