Los cuatro primeros Borbones que reinaron en el siglo XVIII compartieron su afición por los relojes. Estas joyas de la Corte han sido espectadoras de la actividad de palacio y con su sonido constante y embriagador han marcado la historia de nuestra realeza.
El Palacio Real albergará la exposición 'La medida del tiempo. Relojes de reyes en la Corte española del siglo XVIII', que reúne algunos de los más bellos ejemplos del valioso conjunto de piezas pertenecientes a la colección de relojes de Patrimonio Nacional, que fueron adquiridos por los monarcas españoles a los más afamados maestros relojeros europeos.
La exposición recorre la adquisición de relojes reales a lo largo de los reinados de Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.
La medida del tiempo. Relojes de reyes en la Corte española del siglo XVIII está compuesta de dos salas que recorren el afán coleccionista a lo largo de estos cuatro reinados y cuenta, además, con una zona de proyección audiovisual para los visitantes.
HISTORIA DE LA COLECCIÓN
La colección reunida por el primer monarca de la dinastía Borbón, pasó a manos de su hijo Fernando VI. Este se interesó por otras escuelas relojeras y adquirió las primeras máquinas suizas de la colección. Durante su reinado, se obtuvo también el primer reloj con autómatas que dio comienzo a una colección de máquinas con movimiento.
Para ver los primeros relojes realizados por artífices españoles, hubo que esperar al reinado de Carlos III. El monarca ilustrado intentó promover la fabricación de relojes españoles a través del patrocinio de escuelas de relojería y la creación de una fábrica que pudiera producir ejemplares que compitieran con la escuela francesa, la más afamada del momento.
Fue a finales del siglo XVIII, cuando la colección se completo gracias al entusiasmo coleccionista de su hijo, Carlos IV, y su esposa la reina María Luisa. Gran aficionado a la mecánica y los relojes.
Carlos IV tenía su propio taller en palacio y la reina, a su vez, adquirió numerosos relojes de sobremesa y de bolsillo. Ambos reunieron excelentes ejemplares destinados a decorar el Palacio Real Nuevo de Madrid, las casas de campo de El Pardo, El Escorial y la Casa del Labrador en Aranjuez.