La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando dedica a Ventura Rodríguez una exposición, que hoy se presenta, con más de 150 obras que repasa la trayectoria de uno de los arquitectos más importantes e influyentes de la España del siglo XVIII.
La Fuente de Neptuno, la de Cibeles, el Palacio de Liria llevan su firma. Ventura Rodríguez es el gran arquitecto de Madrid. En esta exposición descubrimos su material de trabajo, planos, maquetas, incluso bocetos que nunca vieron la luz y que se quedaron en un cajón.
La exposición “Ventura Rodríguez, arquitecto de la Ilustración”, celebrada con motivo del 300 aniversario de su nacimiento, está organizada por la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid, la Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Figura fundamental en la historia de la arquitectura española del siglo XVIII, Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717 – Madrid, 1785) fue arquitecto con una actividad desbordante, conociéndose decenas de proyectos suyos tanto para Madrid como para otras ciudades de España (de Santiago de Compostela a Barcelona, de Valladolid a Málaga), unos construidos y otros que sólo quedaron como deseos o ensayos, algunos frustrados y en los que había puesto, además, un empeño personal extraordinario.
Si Sabatini introdujo las corrientes italianas y con ellas una nueva dimensión del espacio público urbano, y Juan de Villanueva realizó la adaptación al país de los modelos europeos que abogaban por una instrumentalización neoclásica, Ventura Rodríguez aunó la influencia romana y francesa con la herencia genuina de la arquitectura española. La formación de Ventura Rodríguez como arquitecto recorrió todos los principios fundamentales del arte de construir y es justo reivindicar el carácter renovador de sus propuestas, entendiendo la arquitectura como un proceso de transformación de la ciudad.
Dibujante magnífico, son numerosos sus planos conservados, casi siempre en proyección ortogonal, propia de arquitecto, aunque también los hay en perspectiva, recorriendo así todas las posibilidades figurativas de la expresión gráfica arquitectónica. Su actividad, en ese sentido, fue clave en la cultura arquitectónica española y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a la que estuvo unido desde sus orígenes en 1744, en el momento de la creación de su Junta Particular, vinculada estrechamente a las obras del Palacio Real Nuevo de Madrid, y, sobre todo, desde su fundación oficial en 1752, llegando a ocupar en su seno cargos de relevancia, así como desarrollando una actividad teórica que pocas veces ha sido tomada en consideración.
Formado en las obras de los Sitios Reales y especialmente en el proyecto de Juvarra para el Palacio Real Nuevo de Madrid, luego nuevamente proyectado y construido por Giovanni Battista Sacchetti, tuvo siempre una especial relación con la cultura arquitectónica italiana, especialmente la moderna, que conocía a través de tratados y colecciones de estampas, como confirma su extraordinaria biblioteca. Su habilidad en el manejo de la arquitectura y de los lenguajes de los maestros italianos, especialmente los que mantuvieron una actividad de primer orden en la Roma barroca, llegarían a convertirlo en un maestro de la arquitectura barroca, leída con ojos académicos y absolutamente moderna en la España de mediados del siglo XVIII. De hecho, la Accademia di San Luca di Roma le nombraría, antes incluso de realizar ninguna obra propia, Académico de Mérito, para lo que presentó en 1748 un proyecto de catedral que era una síntesis de sus convicciones barrocas y académicas.