La exposición "Los verdaderos Tudor" revela en Londres la historia íntima de la dinastía de reyes y reinas que consolidaron a Inglaterra como una potencia europea, a través de los retratos que conserva la National Portrait Gallery británica.
La colección, presentada hoy y que nunca se ha mostrado hasta ahora en un mismo espacio, cubre más de un siglo de historia, desde que Enrique VII inició la saga en 1485 arrebatándole el trono con la espada a Ricardo III, último monarca de la casa de York, hasta que Isabel I murió sin descendencia en 1603.
Los especialistas de la pinacoteca han restaurado y estudiado las obras bajo el prisma de las nuevas tecnologías durante siete años para desvelar secretos como el que ocultaba uno de los retratos más conocidos de Isabel I, la soberana que extendió el poder marítimo inglés y consolidó a la iglesia anglicana.
El cuadro, que se tenía hasta ahora como una fiel imagen de la monarca, reveló ante los rayos X que es en realidad una reelaboración del siglo XVIII.
El artista anónimo que ejecutó la pintura dulcificó la expresión severa de Isabel I y eliminó parte de la recargada vestimenta del cuadro original, pasada de moda dos siglos más tarde.
Los expertos descubrieron además que la madera sobre la que está pintado corresponde a un árbol talado después de 1604, cuando la reina ya había muerto, por lo que el autor no pudo tomarla como modelo.
Eduardo VI, en cambio, sí que posó para un pintor cuando tenía nueve años, meses antes de que la mala salud de su padre, Enrique VIII, le obligase a tomar el mando antes de lo esperado.
El análisis de sus retratos, que ocupan un lugar preeminente en la exposición, refleja las prisas con las que el autor se vio obligado a modificar las líneas de un trabajo que había iniciado cuando Eduardo eran tan solo un príncipe.
Los primeros esbozos, que permanecen bajo el actual retrato, muestran cómo el autor cambió la postura del niño para imitar la apariencia altiva de su padre y trató de presentar a Eduardo VI, flaco y no muy alto, como un rey robusto y poderoso.
Para que el público de esta exposición gratuita, que permanecerá abierta en Londres desde mañana hasta el 1 de marzo, pueda apreciar los detalles ocultos en las obras, la National Portrait Gallery ha elaborado una aplicación interactiva para teléfonos móviles.
Con ese programa, el visitante puede situarse ante un cuadro y "rascar" la capa superficial de pintura en la pantalla de su teléfono para desvelar las intimidades de los retratos, explicó hoy la comisaria de la exposición Tarnya Cooper.
"El móvil se convierte en una máquina de rayos X. Puedes acercarte para explorar los materiales y las técnicas de cada retrato", relató Cooper.
"Como cualquier pieza con casi cinco siglos de antigüedad, todas estas obras han tenido una vida emocionante que es posible desvelar gracias a las nuevas tecnologías", señaló la comisaria.
Además de las pinturas, la galería ha colaborado con otras instituciones como la Biblioteca Británica y la Abadía de Westminster para completar la exposición con objetos personales de los Tudor, como el libro de horas de Enrique VII y un anillo relicario de Isabel I.
Entre esas piezas, destaca un busto del primer monarca de la dinastía elaborado a partir de una máscara de yeso que se tomó de su rostro tras su muerte.
La efigie del monarca, coloreada con realismo por el maestro renacentista Pietro Torrigiano, observa al visitante a la entrada de la exposición, que se trasladará a París el próximo año junto con otras piezas británicas del Renacimiento.