El grupo teatral alemán Familie Flöz nos presenta la obra de máscaras "Infinita". A través del mimo, consiguen transportarnos a los momentos más cómicos y profundos de la niñez y la vejez. Un recorrido desde el nacimiento hasta la muerte sin palabras.
"Infinita" es, según explica el director artístico, Hajo Schüler (Hammelborg, 1971), una "conversación" con el público sobre un asunto tan reconocible como es el ciclo de la vida, los primeros y los últimos momentos de una persona, con la misma poesía y humor que caracteriza todas sus producciones.
"Todos los personajes -dice Shüler- tienen algo arquetípico, reconocible y profundamente humano. No nos interesa la especialización, sino hablar de asuntos muy comunes, populares y que sean fácilmente reconocibles en todo el mundo", algo especialmente importante teniendo en cuenta que no pronuncian ni una sola palabra.
Las máscaras de cada espectáculo, que fabrica Shüler, se crean al mismo tiempo que la obra y, a pesar de su naturaleza estática, consiguen expresividad "a través de los ojos del público", al que acaba pareciéndole que gesticulan.
"Eso es, por una parte, fruto de la imaginación e implicación del espectador y, por otra, de que la máscara es asimétrica, lo que permite que la luz se refleje de distinta forma y cree el espejismo de movimiento", indica.
Schüler cree que el uso de máscaras es "una de las formas más rápidas y efectivas" de conectar con el público, y que eso "viene pasando" desde hace más de 2.000 años.
"No hemos inventado nada", asegura el director artístico y actor, que se inspiró para "Infinita" en los juegos de los niños y quiso poner el tema de la muerte como contrapunto haciendo que todos los personajes -hasta 14- sean "el mismo y diferentes, sin que la edad sea el elemento determinante".
Así, los bebés actúan en ocasiones como adultos y los ancianos se comportan como críos que descubren "lo raro que es el mundo".
En el "mosaico de la vida" que es "Infinita", Familie Flöz, creada en 1994, pone sus fundamentos artesanales y artísticos al servicio de una gestualidad que poco tiene que ver con el naturalismo.
"Es muy interesante que sean las caretas las que decidan los gestos que hacemos, los movimientos del cuerpo. Las caretas son nuestros jefes. Es un proceso muy caótico y mezclado y nunca sabemos qué ha sido primero, si la idea o los 'cabezones', que a veces parecen ser los que escriben la obra", bromea Shüler.
De los personajes que interpreta, Shüler prefiere el de "la mujer vieja", porque, asegura, "tiene mucha ternura y un carácter muy difícil. Es la que más amor necesita", concluye.