Llega un momento en la vida de algunos actores en que la tentación de ponerse al otro lado de la cámara se vuelve irresistible. Russell Crowe es el penúltimo en sumarse a la moda de los intérpretes que asaltan las cámaras con El maestro del agua, una aventura épica que se estrena esta semana en España.
Mucho antes que de que llegara el actor neozelandés, la historia del cine estaba repleta de ejemplos de lo más variado. Desde Charles Chaplin a Buster Keaton, de Orson Welles a Lawrence Olivier o Robert Redford y George Clooney. Y en los próximos meses la lista seguirá engordando, con nombres como Natalie Portman o Scarlett Johansson.
En una reciente entrevista con Efe, Crowe daba algunas pistas sobre esta irrefrenable tendencia. "He estado en muchos más rodajes que la mayoría de los directores -en concreto, más de 50-, tengo algo de experiencia", decía, "y cuando me llegó el guión decidí que quería asumir una mayor responsabilidad con esa historia".
La historia que fascinó a Russell, la de un granjero australiano que viaja a Turquía en busca de sus hijos desaparecidos en combate durante la Primera Guerra Mundial, tiene poco que ver con la que empujó a dar el paso a Ryan Gosling.
El actor británico ha aprovechado el tirón conseguido gracias a Drive (2011) para zambullirse en un arriesgado thriller, con ecos de David Lynch, que también acaba de aterrizar en la cartelera y que cuenta con Christina Hendricks en el papel de madre soltera en un Detroit arrasado por los efectos de la crisis financiera.
Rodada en inglés y turco, Russell se entiende en varias lenguas. Olga Kurylenko confiesa que lo mejor de Russell como director es que habla el idioma de los actores y nos entiende. Entre los motivos para tomar los mandos, Russell nos confiesa uno básico: ya está bien de recibir órdenes.