Algo tiene Manolo García para atesorar a uno de los mejores y más fieles públicos del artisteo, uno que -por lo visto en Madrid- llega conquistado de casa y bulle en un estado de efervescencia continuo gracias a un show generoso, con guiños al pasado, en el que destaca la sencillez y entrega de su ídolo.
En torno a 1.800 personas, el aforo completo, han disfrutado esta noche en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones de Madrid de la primera de las seis citas musicales que tiene previsto ofrecer el catalán en la capital, probablemente para la historia.
Su quinto y último disco, "Los días intactos", que fue número uno en ventas tras su salida al mercado y que ya ha conseguido convertirse en triple platino, ha copado gran parte de las casi dos horas y media de repertorio, al colar diez de sus catorce nuevas canciones.
También ha habido tiempo para disfrutar de "Arena en los bolsillos", el disco con el que debutó en solitario en 1998, tras vivir las mieles del éxito en Los Burros y, sobre todo, El Último de la Fila, un tiempo en el que empezó ya a granjearse a muchos de los seguidores que le han seguido hoy hasta aquí, más de 30 años después.
Su música tiene sello propio, una paleta reconocible de colores, diría él, que trasciende edades y regiones, atrayendo incluso a público de Extremadura y Asturias a su primer concierto en Madrid.
Ha bastado que el de Poblenou (Barcelona) pusiera un pie en el escenario con paso tranquilo para que comenzaran a retumbar los aplausos, confirmando que el autor de "Pájaros de barro" es una de las primeras figuras musicales del país.
El concierto ha dado comienzo al son de "Disneylandia", con apenas un foco, el teclado y la voz desnuda de García para interpretar esta canción "de adolescencia", la primera que compuso.
Le ha seguido "La sombra de tu palmera", acompañado por dos guitarras, un bajo, un cajón y el teclado, a la que ha sucedido la celebrada "Aviones plateados".
"Son canciones de un tiempo pasado, pero un tiempo que fue magnífico", ha señalado.
Con "Los ángeles no tienen hélices", la cortina de lentejuelas que ocultaba el fondo del escenario ha dado paso a una fina lluvia de haces de luz, con la que también han entrado el resto de la instrumentación básica del concierto, con siete músicos en total.
Su faceta como pintor ha quedado patente en las distintas propuestas plásticas del show, con un paisaje mediterráneo compuesto por un bosque de escuálidas palmeras y un mar de redes de pescador de los que colgaban peces y botellas de plástico.
"Malva" ha puesto por primera vez en pie a los asistentes y en "A veces se enciende", García ha respondido bajando inesperadamente al patio de butacas para estrechar manos en su primer baño de masas.
"Todos amamos" ha sido acompañada de la sombra de una histriónica bailarina, la misma que, minutos después, ha ilustrado con su pesaroso avance por la tarima las notas más oscuras y góticas de "Compasión y silencio", en uno de los momentos más lucidos del show.
"No estoy muy parlanchín hoy, estoy más por la música", ha comentado García, antes de arrancarse entre quejíos pseudoflamencos con "Sin que sepas de mí".
Tras éste, el bloque más reposado, García ha entonado un grupo de canciones para "aquellas personas sin posibilidades, que no son libres y que han votado a políticos que no les dejan hablar".
Así ha sonado "Nunca el tiempo es perdido", seguido de ovaciones y gritos de "Manolo, Manolo", a los que éste ha respondido con un modesto: "Yo soy muy pequeño".
"Cada vez hay más normas por nuestra seguridad, pero quien las sigue todas se pierde parte de la diversión", ha afirmado como prólogo a "Un giro teatral", el single de su último disco.
Ha resultado un contraste con la distorsión electrónica de "Somos levedad" y "San Fernando".
Con el público en pie, el cantante ha pedido disculpas para quienes querían seguir el concierto en sus butacas. "Ha sido fruto de la alegría y las ganas. Gracias por el entusiasmo, porque es lo que nos da alas para seguir", ha dicho.
De aquí al final, que ha contado con dos bloques de bises, han destacado la épica de "Cabalgar la eternidad", su versión de "Insurrección" y, cómo no, "Pajaros de barro", la primera gran canción de su etapa en solitario.