En el 500 aniversario de la Reforma de Lutero, el Museo Thyssen propone un recorrido a través de siete cuadros de su colección permanente, desde "Santa Casilda", de Zurbarán, hasta "Jesús entre doctores", del alemán Durero, para contextualizar el movimiento luterano y su influencia en el arte.
"El legado del reformador va mucho más allá de las reformas dentro de la iglesia", ha subrayado hoy en la presentación de esta selección pictórica Peter Tempel, embajador de Alemania, institución que ha colaborado junto a la Fundación Goethe en la creación de este itinerario en el 500 aniversario de la Reforma protestante.
El desarrollo de la política, la ciencia y el arte, según Tempel, también fueron de la mano de la revolución que Martin Lutero (1483-1546) inició el 31 de octubre de 1517 con sus 95 tesis contra el negocio de las indulgencias y otras prácticas de la iglesia católica, que tuvieron gran difusión por la recién nacida imprenta.
"Lutero y la Reforma" pretende ilustrar, a través de siete obras de la colección permanente del Museo, los hitos de la Reforma, su influencia en el arte del Renacimiento en las siguientes décadas, así como los antecedentes que propiciaron los diferentes estilos y temáticas entre los artistas católicos y los protestantes.
Porque antes de la Reforma religiosa que se extendería a la sociedad y a la política, el pintor alemán Alberto Durero (1471-1528), el mayor representante del Renacimiento en el norte de Europa, inició su propia "reforma" artística, obsesionado en apartarse de las convenciones pictóricas que imperaban desde la Edad Media.
Durero también se convirtió en uno de los primeros aliados de la Reforma, y en el cuadro "Jesús entre los doctores", de 1506, se empieza a apreciar el cambio artístico que vendría en adelante, llevando las figuras a primer plano y abogando por la armonía de los colores y las formas.
Coetáneo al estallido protestante fue el nombramiento de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, y en este recorrido se le muestra en "Retrato del emperador Carlos V", un óleo de 1533 de Lucas Cranach el Viejo, mayor divulgador de la Reforma.
El artista retrató al emperador siguiendo la tendencia alemana de reflejar espiritualidad e individualidad, por lo que enfatizó el labio inferior caído y el mentón prominente del emperador quien, a pesar de sus diferencias con el papa, defendió el catolicismo y con él la unidad de su imperio, dividido con los príncipes germánicos.
Pese al apoyo del emperador, la Iglesia católica no evitó el cisma y como respuesta al establecimiento de la nueva religión, la Santa Sede inició una Contrarreforma al final del Concilio de Trento (entre 1545 y 1563, con interrupciones) y se definieron útiles las imágenes para evangelizar.
"Santa Casilda", un óleo sobre lienzo de 1635 de Francisco de Zurbarán, es una nueva visión del arte sagrado, ya que las facciones son las de una persona real interpretando a una mártir, lo que se conoce como "retratos a lo divino".
"Hércules en la corte de Onfalia" (1537), de Hans Cranach, ilustra el renacer de nuevos temas pictóricos, como el mitológico -que había quedado más olvidado en la Edad Media-, e incorpora también la figura de la mujer fuerte, recurrente en los artistas alemanes de la época.
También era uno de los motivos más populares la imagen de santa Ana acompañada de su hija, la Virgen María, y el Niño Jesús, ilustrado en "Lutero y la Reforma" con la tabla anónima "Santa Ana con la Virgen, el Niño y un donante", un óleo datado hacia 1515.
"Bodegón con cuenco chino, copa nautilo y otros objetos" (1662), de Willem Kalf, ilustra el desarrollo de géneros que hasta entonces eran considerados menores, en este caso, las naturalezas muertas, que comenzaron a utilizarse para exhibir el poder colonialista de los países.
Y Nicoalaes Maes con "El tamborilero desobediente" (1655) ejemplifica la tendencia protestante de optar por el hogar para representar la ejemplaridad y el rol de la mujer en la familia, contraria a la católica, que recurría a la Virgen como icono de maternidad.