Cuando el director Paco Azorín decidió realizar su propio montaje del Julio César de Shakespeare, tuvo claro que el lenguaje iba a ser el protagonista. Algo que ha cumplido en su versión del clásico teatral, que se representa hasta el 2 de marzo en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
"Quería poner todo al servicio de la historia, dando la máxima importancia a las palabras", ha afirmado el director, también encargado de la escenografía, en una rueda de prensa celebrada hoy en la capital.
Por eso, el montaje presenta una escenografía sobria, oscura, envuelta en una misteriosa niebla, que rodea a los únicos elementos que vemos sobre el escenario: un obelisco -metáfora del "poder y la masculinidad"-, y unas sillas vacías, representando al pueblo.
Sobre el escenario, ocho actores, encabezados por el trío compuesto por Mario Gas, que se pone en la piel de Julio César, Sergio Peris-Mencheta (Marco Antonio) y Tristán Ulloa (Bruto); todos ellos interpretando a personajes ambiguos, que nos hacen cuestionarnos continuamente quiénes son los buenos.
"Nosotros planteamos la pregunta: ¿esto es un magnicidio o un tiranicidio?", comenta Ulloa, quien dice que los espectadores son los que formarán su propia repuesta tras ver la obra.
Una idea que comparte Gas, quien se ve en la complicada tarea de definir a su personaje "de manera amplia" en pocas escenas y que compara el César de Shakespeare con el protagonista del film "Ciudadano Kane": "Todos definen a César y cada uno da una imagen distinta, pero hay un momento en el que tenemos que tomar una opción de lo que es a partir de lo que el actor nos transmita".
CRÍTICA A LOS HOMBRES
En esta versión quedan excluidos los personajes femeninos -Porcia y Calpurnia-, una decisión que Azorín tomó después de ver el largometraje César debe morir, de los hermanos Taviani, en el que todas las féminas quedaban suprimidas porque la acción se desarrollaba en una cárcel masculina.
El director defiende que así se refuerza la idea de que la obra es una "crítica a los hombres", entendiendo la palabra "hombre" como un concepto que sólo abarca al género masculino.
"Si hubiera más mujeres mayores ámbitos de decisión, estaríamos en un sitio bastante más interesante", opina, mientras extiende su crítica a toda la situación política actual.
La idea de que Julio César es una obra "de gran actualidad" y aplicable a los políticos actuales alcanza su máximo esplendor en momentos como el monólogo que Marco Antonio realiza en las exequias de César; un discurso que refleja el poder del lenguaje para manipular a las masas y que en la obra es recitado en la voz de Peris-Mencheta.
"Tiene todo lo que no tienen los discursos políticos de ahora", comenta el actor sobre el momento cumbre de su personaje, uno de los pasajes más brillantes de la obra de Shakespeare y que, según él, contrasta con la realidad del momento, ya que "estamos en la era de los silencios, más que de las palabras".