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El honor es patrimonio del alma, sostenía Calderón, pero también un derecho universal y así lo defiende Helena Pimenta en la versión que ha estrenado esta noche de "El alcalde de Zalamea" para la vuelta de la CNTC a su casa, el Teatro de la Comedia, cerrado por obras catorce años, tres más de lo previsto.

La noche merecía por muchas razones el cerrado aplauso y la ovación que se han llevado actores, capitaneados por un Carmelo Gómez que taladraba con mirada y verso a injustos e incautos, la directora del montaje y la CNTC en pleno, en presencia del ministro de Educación, Cultura y Deporte, Iñigo Méndez de Vigo.

Las luminarias, las barandillas de escaleras y palcos, las esculturas de bronce del vestíbulo y el zócalo de madera y latón originales han vuelto a exhibirse bruñidos y restaurados en una sala modernizada técnicamente y segura como nunca lo había sido, y que era contemplada con admiración por "conocedores" y neófitos.

El proyecto de rehabilitación ha contemplado la ampliación del edificio hasta los 3.404 metros cuadrados, es decir, 600 más de los originales y se ha recuperado el aforo de 775 espectadores en la sala principal y de 100 en la sala multiusos.

Las tareas de mayor dificultad en el Teatro de la Comedia, en el número 14 de la histórica calle del Príncipe, han sido el refuerzo de las estructuras, la excavación del sótano y el desmontaje de los elementos que se tenían que restaurar, entre ellos el lienzo del techo y las maderas.

Construido en 1874, el teatro, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde su creación, en 1986, y propiedad del Estado desde 1998, tuvo que cerrar sus puertas en 2001 al detectarse fallos graves en su estructura, un corsé de hormigón del que se había dotado tras el incendio que lo destruyó en 1915.

Y para alzar de nuevo el telón, Pimenta, directora de la CNTC, ha escogido las dentelladas de Calderón al poder y la injusticia, que quiso personificar en uno de sus primeros "villanos", el honrado Pedro Castro, regidor de la localidad pacense de Zalamea.

Con compás, ritmo y definición, los versos de Calderón han fluido para estremecer a los espectadores, entre ellos Nuria Espert, Marisa Paredes, José Luis Gómez y Jesús Cimarro, con puñaladas de rabia y dolor pero también de esperanza en la justicia y de poesía vital.

"El alcalde de Zalamea" es una obra que "sería necesaria cada año porque tiene mucho que contar", decía Pimenta en la presentación del título y ello porque subraya que el honor es "dignidad personal, derecho humano fundamental, una lucha de todos los tiempos".

La CNTC, que ha estado todo este tiempo de "extrañamiento" en el teatro Pavón, ha escarmentado al abusador y defendido al débil desde un escenario con un gran mural matérico, un suelo de arenilla y gradas a cada lado.

La dignidad violada de Isabel, una estremecedora Nuria Gallardo, el sentido de la justicia de Pedro Crespo y la iniquidad del miserable capitán don Álvaro de Ataide (Jesús Noguero) son los ejes de la trama en la que Calderón pone a una familia rural como modelo de virtudes frente a un mundo militar en el que el honor es ya algo deteriorado.

Carmelo Gómez, muy "rural", muy pegado a la tierra, ha asumido el verso como si fuera su lengua materna y ha dotado al personaje de una cercanía y una humanidad que hacían asumibles asertos tan extremos como "al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma es solo de Dios".

De adaptar el texto se ha encargado Álvaro Tato, empeñado en "respetarlo y cuidarlo", introduciendo algunos cambios en los versos para acortar la distancia de cuatro siglos.

Con respeto, pero sin reverencia necrológica la mujer deshonrada, el alcalde justiciero, el pueblo harto tienen voz con nobleza, sencillez y profundidad y viajes de ida y vuelta de lo dramático a lo cómico.

La obra se mantendrá en el escenario hasta el 20 diciembre para viajar luego a Santander, Logroño, Sevilla, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Almagro y Bogotá.