El cine acostumbra a dar mayor protagonismo al ardor juvenil y atlético, pero películas como "Amor", que se estrena el próximo viernes, demuestran la belleza del sentimiento macerado, sostenido y maduro, algo que ya habían hecho películas como "En el estanque dorado" o "Robin y Marian".
Llega una edad en la que quizá la pasión no sea tan visible, la voluptuosidad de los cuerpos haya desaparecido y el sexo pierda impulso. Pero el austríaco Michael Haneke, experto en sacudir a la audiencia, ha encontrado en este "Amor" senil su voz más cálida y emocional, sin dejar de ser punzante y con ella ganó su segunda Palma de Oro en Cannes.
Apoyada en interpretaciones extraordinarias de dos vacas sagradas del cine francés, Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, "Amor" muestra las brasas bien candentes de décadas de complicidad, de convivencia y entendimiento asentados en el presente y no tanto en la nostalgia. Las únicas herramientas para afrontar la muerte con dignidad.
Y Hanek estrena el próximo viernes en España este filme donde retrata con sobriedad y fotogenia un amor superviviente de adversidades, capaz de encajar las decepciones y fluctuaciones emocionales sin desmoronarse.
Lo mismo había hecho, aunque de manera más convencional, el clásico popular "En el estanque dorado", de Mark Rydell, encuentro "in extremis" entre Katharine Hepburn y Henry Fonda con el que ambos ganarían el Óscar en 1981.
"Eres mi caballero en tu brillante armadura, no lo olvides", le decía ella, de armas tomar, a él, huraño y cascarrabias, en esta lección sobre la complejidad y la imperfección de las relaciones personales.
Hepburn, con su acusado Parkinson, protagonizaba una sobrecogedora escena en la que, pese a su edad, se lanzaba al estanque del título para salvar la vida de Fonda, que no pudo recoger su único premio de la Academia de Hollywood, ya que falleció al poco de finalizar el rodaje.
Otro encuentro, pero de dos personajes de leyenda, supuso "Robin y Marian", de Richard Lester, con Sean Connery como el famoso bandolero y una madura Audrey Hepburn como su amor de juventud. Él, todavía analfabeto y sin las fuerzas de antaño, y ella reconvertida en abadesa, no podrán evitar reavivar sus sentimientos hasta un final de epopeya íntima subrayado por un "te quiero más que a Dios".
Y un amor inesperado dentro de una vida amodorrada fue lo que cautivó a medio mundo en "Los puentes de Madison", donde Meryl Streep se debatía entre el fulgor romántico que le despertaba Clint Eastwood en edad tardía o la fidelidad a su familia. "-No se si voy a poder hacerlo. -¿El qué? -Intentar concentrar toda mi vida entre hoy y el viernes", se decían.
Años más tarde, aunque con menos éxito, Dustin Hoffman y Emma Thompson se daban una última oportunidad en "Nunca es tarde para enamorarse", quizá afirmación demasiado precipitada teniendo en cuenta las edades de los actores (sobre todo la de Thompson, que tenía 49 años).
No así, "Elsa y Fred", o lo que es lo mismo, China Zorrilla y Manuel Alexandre, dos ancianos a los que sorprende el amor cuando ya se habían autocondenado a la soledad. O Peter O'Toole en "Venus", donde casi octogenario, en cambio, vivía un peculiar, delicado y elíptico romance con una adolescente, Jodie Whittaker, unidos por ese sentimiento de aprovechar el momento que unía al uno con la otra.
Como muestra Haneke en "Amor", el principal problema al que se enfrenta un amor de senectud es el de la enfermedad y la muerte, y el cine ha mostrado algunas de sus más bonitos idilios alrededor de un mal muy concreto: el de Alzheimer.
En "Iris", Jim Broadbent se llevó el Óscar no por sufrirlo, sino por presenciarlo. En sus ojos coincidían lo triste y lo incondicional hacia la poetisa Iris Murdoch, interpretada por Judi Dench, aun cuando la enfermedad le convierte poco a poco en una persona distinta, algo que también retrató Sarah Polley en "Lejos de ella", con Julie Christie.
En tono más lúdico, "El hijo de la novia" planteaba un amor "reseteado" gracias a los olvidos mucho más amables de Norma Aleandro y el perenne romanticismo de Héctor Alterio.
Y, finalmente, otras películas han decidido reivindicar que el sexo no se acaba en la tercera edad, como "La vida empieza hoy", de Laura Mañá o "En el séptimo cielo", de Ursula Meier.