Dos trabajadores del Centro de Salmónidos del Jerte con un salmón en la instalación | EUROPA PRESS
(Actualizado

Parte de los medicamentos que tomamos acaban en los ríos. Nuestro organismo no hace desaparecer completamente el fármaco y tras eliminarlo pasa a la red de saneamiento y de ahí a los ríos.

Los análisis de aguas residuales han servido para detectar patrones de consumo de drogas entre la población e incluso, más recientemente, anticiparse a los picos de contagios durante la pandemia de Covid.

La depuración en ocasiones tampoco elimina sustancias dañinas para la vida fluvial y ahora una investigación ha demostrado como, por ejemplo, los ansiolíticos afectan directamente a los peces. En concreto a los salmones.

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Un trabajo publicado en la revista Science señala como el clobazam altera al salmón atlántico en su ciclo reproductivo. El fármaco, afirman, se acumula en el cerebro de los peces expuestos e influye en la migración de río a mar.

La exposición a clobazam, explican los autores, aumentó la velocidad con la que los peces pasaban por dos represas hidroeléctricas a lo largo de su ruta migratoria, lo que dio como resultado que más peces expuestos a clobazam llegaran al mar en comparación con los controles.

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"Sostenemos que dichos efectos pueden surgir de un comportamiento alterado en los bancos de peces expuestos al clobazam", afirman los científicos. No descartan que estos cambios de comportamiento inducidos por los fármacos acaben teniedo graves consecuencias para la ecología y la evolución de las poblaciones silvestres.