Es un tópico recordar el vaticinio de Napoleón sobre China: "cuando China despierte, el Mundo temblará". Doscientos años después, despertó el gigante; y el Mundo –que, cuando China despertó, ya se encontraba temblando por una crisis económica sin precedentes- quedó boquiabierto ante un modelo imparable de expansión global que se extiende por los cinco continentes. África es una de las áreas donde con mayor intensidad ha desplegado China su modelo de negocio: el reportaje de la BBC "¡Que vienen los chinos!" es un apasionante recorrido al encuentro del millón de trabajadores chinos dirigidos por decenas de miles de empresarios emprendedores, también chinos, que están repartidos a lo largo y ancho de todo el continente negro levantando infraestructuras mastodónticas, distribuyendo mercancías elaboradas en China, extrayendo petróleo y minerales, construyendo rascacielos y oficinas, transformando eriales en tierras productivas de cultivo, criando ganado aviar en masa que permita paliar hambrunas… Sin embargo, surgen voces que critican ese modelo económico, al que acusan de tener un grave inconveniente: los beneficios del negocio revierten primordialmente en China, no en Africa.
Combinando un estilo divertido y desenfadado con un perspicaz análisis de la realidad económica y social, el reportero Justin Rowlan recorre África para hallar respuesta a la siguiente pregunta: ¿por qué los chinos, allá donde van, triunfan con su modelo de expansión? Y, más allá de África: ¿será el modelo chino quien se imponga en el resto del mundo?
Angola. 600 grandes obras correspondientes a infraestructuras están en manos chinas. El corresponsal de la BBC realiza el experimento durante una jornada de introducirse en el “tajo” de una de esas obras en que trabajan obreros chinos para realizar el mismo trabajo físico que ellos: el resultado de la prueba es agotador, extenuante. Trabajan en turnos perfectamente organizados, con unos horarios y una abnegación absolutamente implacables; de los 23 euros que gana un obrero chino al día, la práctica totalidad del salario regresa a China. Cada mes de trabajo, una única vez salen los obreros chinos de las instalaciones de las obras: la rapidez y eficacia de cada infraestructura, realizada matemáticamente dentro de los plazos previstos, está asegurada.
Otro ejemplo: Zimbabue. El reportero de la BBC se entrevista con empresarios chinos que están encantados de realizar negocios en un país, cuyo gobierno liderado por Mugabe, ha sido duramente sancionado por los países occidentales a causa de la falta de respeto a los derechos humanos. Las autoridades chinas, los empresarios, no se inmiscuyen en esta cuestión: afirman que los derechos humanos son un asunto interno que no debe interferir en los negocios. Al margen de esta polémica, los propios trabajadores de Zimbabue critican que los empresarios chinos sean absolutamente reticentes a contratar a trabajadores autóctonos, siquiera para las tareas más simples, lo que repercute negativamente sobre la economía local. Dicho de otro modo: no se genera ni un solo puesto nuevo de trabajo en Zimbabue.
Zambia. Miles de trabajadores chinos trabajan en granjas avícolas que están empleando revolucionarias técnicas para producir más aves con mayor peso en mucho menos tiempo. Los criadores zambianos autóctonos desconfían de las técnicas de engorde chinas, a las que acusan de emplear productos químicos poco transparentes con el fin de obtener un engorde artificial.
En la República Democrática del Congo, considerada por los críticos como el “salvaje oeste” de la minería mundial, los extractores congoleños de cobre y de cobalto, dos minerales muy codiciados por los empresarios chinos, se quejan de que están sufriendo un auténtico expolio y que los trabajadores locales que realizan los trabajos de más riesgo en el subsuelo sufren auténticos abusos en materia de derechos humanos básicos y derechos laborales por parte de sus empleadores chinos.
Por último, el recorrido de Justin Rowland llega hasta Tanzania, uno de los mejores aliados de China en África; los empresarios orientales no tienen que afrontar apenas trabas burocráticas para hacer negocios: explotación de playas, instalación de fábricas y mantenimiento de ferrocarriles son áreas de negocio que están generando grandes beneficios hacia China. Los propios tanzanos explican que Occidente puede perder definitivamente el tren de África si no compite con la apuesta de China.