De un tiempo a esta parte, algunas calles de Londres se viven escenas que parecieran estar extraídas de la mismísima novela de Dickens 'Oliver Twist': legiones de niños mendigando, de edades comprendidas entre los cuatro y los doce años, todos ellos de etnia gitana y todos ellos procedentes de Rumanía. Es la punta del iceberg de un drama en el que mafias organizadas explotan y utilizan a estos niños desde Rumanía para obtener beneficios millonarios.
'Tráfico de niños gitanos' es un reportaje de investigación de la BBC que rastrea, precisamente, cómo estos niños son las víctimas de una moderna forma de esclavitud de estas redes de crimen organizado: cada uno de estos niños puede obtener, procedente de la mendicidad, cantidades que oscilan entre los 150 y los 400 euros diarios, ingresos que son derivados, a través de los intermediarios que les explotan, directamente a cuentas bancarias de Rumanía.
'Tráfico de niños gitanos' desvela cómo operan todos los eslabones de una cadena criminal donde los adultos explotadores llegan incluso a disfrazar a ellos y a sus hijos pequeños de refugiados bosnios musulmanes para despertar la compasión de los londinenses. El controvertido reportero de la BBC John Sweeney ha realizado un seguimiento a varios de estos niños, que son interpelados directamente por el periodista para obtener la verdad: estos niños son extorsionados, obligados mendigar y a pasar hambre para inspirar lástima.
De la mano de la policía londinense que, en coordinación con la policía rumana, ha puesto en marcha la ambiciosa operación 'golf' destinada a desmantelar estas redes criminales, Sweeny llega hasta el final de la madeja: la policía cree que la mayoría de los niños que piden y roban en Inglaterra son llevados allí por hombres procedentes de un pequeño pueblo rumano llamado Tanderei, al sureste del país.
Según los responsables policiales, en Taderei proliferan los clanes mafiosos que compiten en ostentación construyéndose mansiones de 7, 8, 9 y 10 habitaciones, algunas de ellas de tres pisos, con suelos y cocinas de mármol; esas mansiones proceden de los ingresos que obtienen los pequeños ejerciendo la mendicidad. Sweeney viaja hasta Rumanía para comprobar si esa línea de investigación es cierta; lo que encuentra supera sus expectativas: avenidas enteras de mansiones ante las cuales hay aparcados decenas de coches de lujo: un muro de hostilidad y silencio protegen a los jefes de los clanes.
En Londres, la situación de los niños que encuentra Sweeney es desoladora: niños que obtienen ingresos mensuales de hasta 30.000 euros son alimentados con una exigua dieta de patatas cocidas para que parezcan más famélicos: muchos de estos niños pasan jornadas de siete y ocho horas mendigando en las calles; sus cuidadores, para mantener despiertos a los más pequeños, llegan a introducir refrescos de cola y bebidas energéticas en los biberones.