Las rachas de viento de más de 260 kilómetros por hora han obligado a las autoridades a prohibir la circulación de vehículos por carretera. Los ferris permanecen atracados debido al fuerte oleaje. En cuanto al trafico aéreo los aeropuertos de Edimburgo y Glasgow han cancelado veinte vuelos, y los aviones que aterrizan lo hacen entre fuertes turbulencias.
Los clases han sido suspendidas.
Decenas de arboles han caido sobre automóviles, viviendas y tendidos eléctricos por ese motivo treinta mil hogares permanecen sin electricidad.
Según los registros meteorológicos desde 1986 no se producían vientos tan fuertes en el suroeste del Reino Unido.