Cuando Rafael Benítez apeló a la casta de Juanito, Pirri o Di Stéfano y a la necesidad de que sus jugadores aguantasen durante noventa minutos el mismo nivel de intensidad, sabía de lo que hablaba porque 24 horas después, el Real Madrid volvió a pinchar después de bajar sus revoluciones en la segunda parte del duelo ante el Valencia.