Gerard Piqué se acostumbró a vivir siempre al límite de la provocación, a interpretar en el fútbol un papel en el que se siente cómodo y desde el que sembró tantos admiradores como críticos. Fue silbado en una época por la afición de la selección española y ahora es víctima de un estudio de cada uno de sus actos que agotan su paciencia
Nunca se vio tan abatido a Piqué como en la zona mixta del Loro Borici Stadium de Albania. Ni en las dolorosas eliminaciones recientes, un jugador que siempre dio la cara con la Roja, presentó un tono tan bajo. Rendido. No es de extrañar que sea uno de los líderes del vestuario. Un referente en el grupo.
UN BULO SIN PRUEBAS
Tras el triunfo ante Albania que daba el liderato a España, Piqué encontró cientos de mensajes de gente querida en su móvil y miles de insultos en sus redes sociales por cortar una camiseta. El hervidero de personas sin prejuicios que se agarran al insulto diario como forma de vida tocó su orgullo cuando vio que periodistas con nombres y apellidos reconocidos elevaron a la categoría de noticia un bulo sin pruebas de la red.
En primero de la carrera de Periodismo enseñan a contrastar una noticia antes de publicarla. Las mangas no llevaban la bandera de España y para más inri, la larga con la que juega Piqué hasta en verano no luce ningún color que no sea el blanco. Eso sí, el escudo en el pecho que ha lucido el central catalán en cada uno de sus 85 partidos como internacional absoluto es de grandes dimensiones. Era la gota que colmaba el vaso para el jugador.
Que si una peineta cuando hacía un chasquido de dedos durante el himno en la última Eurocopa, que si mira al suelo en ese momento de máxima exaltación nacional, el trato de ciudades como León, Oviedo y Alicante, con silbidos a su llegada, en el entrenamiento y durante el partido.
MEZCLAN DEPORTE CON POLÍTICA
Era una situación insólita y Piqué siempre tuvo una respuesta repleta de educación. Sabía que voltearía la situación en el terreno de juego y en la Eurocopa de Francia lo consiguió con un tanto repleto de garra que para muchos confirmaba su compromiso.
Muchos de los que le silban han mezclado las ideas políticas y el antimadridismo de Piqué. Su presencia en la Diada de Cataluña y su postura a favor del derecho a decidir del ciudadano catalán con su ironía recordando una fiesta de los jugadores del Real Madrid con Kevin Roldán en un cumpleaños de Cristiano.
Nada de eso ha ayudado a recordar que es parte de la Roja desde que tiene 16 años, que ha sido pilar fundamental en casi todos los éxitos de la etapa dorada del fútbol español o que su hijo Milan presume de camiseta de España en cada partido.
SE LE ACABÓ LA PACIENCIA
Al jugador que le iba la marcha y parecía no influir nada de lo que rodea a su figura, se le acabó la paciencia. Le tocó la fibra un nuevo debate sin recorrido y anunció una decisión meditada pero fruto del calentón del momento.
Tras el Mundial de Rusia dejará la selección. No hacerlo inmediatamente muestra indirectamente su deseo de que esto no llegue a producirse. Sus declaraciones hablando de lo que siente -"Si juego por España es porque de verdad siento que debo jugar. Primero, porque tenemos una selección que es la rehostia y, segundo, porque ahora mismo yo soy español" (revista Papel)- y su indiscutible compromiso en cada partido son argumentos a su favor en la balanza.
La selección española no puede permitir el adiós con 31 años de uno de los mejores centrales del mundo. El seleccionador Julen Lopetegui tiene una nueva tarea en su libro de ruta. Primero dejará enfriar la situación y en noviembre, cuando se reanude la activida de la Roja, Granada tomará el pulso del sentir nacional, con Piqué, nuevamente, en el centro de todos los focos.