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Luis Enrique, un regreso deseado y doloroso
Madrugada en Malta del 25 de marzo. Luis Enrique hundido, acompañado de un psicólogo y un trabajador de la federación, abandona la concentración de la selección española a horas de un partido oficial. Las peores noticias que puede recibir un padre de familia pusieron el fútbol en un segundo plano. Un avión privado le llevaría hasta su hija Xena. Ya no se despegaría de ella hasta su último día. Tenía nueve años.
La tragedia encogió el corazón del mundo del fútbol. Luis Enrique decidió apartarse del foco y vivir en intimidad los peores meses de su vida. De inicio realizó un esfuerzo por seguir conectado, dirigir a la distancia con el total respaldo de los dirigentes de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Era un imposible.
La figura de Robert Moreno creció y fue la apuesta de la casa para la Eurocopa 2020 cuando el 19 de junio llegó la renuncia de Luis Enrique. Había conectado bien con los jugadores. Su falta de experiencia de primer técnico la compensaba con sus conocimientos y con un máster de nueve años como segundo de Luis Enrique. Era el mejor escenario para un futuro regreso del asturiano en el momento en el que considerase estar 'rehabilitado' para recuperar su vida.
"La mejor apuesta es Robert y su equipo, el mejor preparado. Solo hay que ver cómo trabaja y su sabiduría para refrendar que es la mejor de las opciones en esta situación que nos hemos encontrado", aseguró el presidente de la Federación, Luis Rubiales, el día que Robert dejó de ser interino para ser considerado seleccionador.
La complejidad de la situación por la que atravesaba Luis Enrique le alejó de todo. Robert entró con pies de plomo pero fue tomando decisiones en un camino contrario al establecido por su maestro. Dio la titularidad en portería a Kepa por delante de David de Gea, apostó por el regreso de veteranos de la 'generación de oro' en defensa como Raúl Albiol y Jesús Navas y dio paso a la irrupción de Fabián para convertirle en referente del juego de la Roja.
El plan de Rubiales y de su mano derecha, el director deportivo José Francisco Molina, se cumplía. El riesgo de no apostar por un técnico español contrastado se minimizaba con buenos resultados y sensaciones. De la misma manera que se había ganado a la plantilla, Moreno se ganaba en cada comparecencia a la prensa y a la afición con su labia. Buena puesta en escena. Valores, educación y siempre un recuerdo a la figura de su amigo Luis Enrique.
El gesto de grandeza que luego jugó en su contra llegó el 3 de septiembre, cuando el corazón de Xena había dejado de latir. "A Luis lo considero un amigo y los amigos están por delante de cualquier proyecto que tienes en la vida porque, si no, se pierde algo que todos tenemos que tener, que es ser persona. Si llegado el momento él decide que tiene ganas de volver, yo voy a ser el primero, y además encantado, de dar un paso a un lado y trabajar con él".
Esas sentidas palabras de Robert Moreno y la posterior dedicatoria a Luis Enrique de la clasificación para la Eurocopa 2020, en los dos únicos partidos que España tuvo fases de sufrimiento en su gira nórdica, con dos empates ante Noruega y Suecia, fueron la última referencia hacia una persona que pocos podían pensar que tuviese ganas de recuperar su puesto.
En la escena Robert cumplía un sueño. Había certificado el pase a la gran cita y sería el encargado de dirigir a España. Pero entre bambalinas había reuniones, desencuentros y engaños. Una historia de traición tomaba forma para Luis Enrique, que veía que "una ambición desmedida" comenzaba a abrir los ojos a Robert. La RFEF cambió el paso histórico. Siempre se renovaba a un seleccionador antes de un Mundial o Eurocopa. Era una muestra de confianza cuando se estaba convencido de su deseo de seguir.
Esa propuesta nunca llegó porque Luis Enrique ya había comunicado que estaba listo para volver a entrenar. El proyecto lo inició él y se fue con su obra a medio acabar. Su regreso era una gran alegría compartida por todo el mundo menos por una persona que se sentía traicionada. Robert Moreno se enteró en la zona mixta de Cádiz, tras un nuevo triunfo de España, que su continuidad estaba en el aire. Algo se había perdido en el camino.
Ante Rumanía en el Wanda Metropolitano estaba sentenciado. Se marchó ganando, pero con un sentimiento de tanto dolor que le desató un ataque de ira en una de las salas del corazón del estadio. Su reacción de impotencia demostró que se sentía traicionado.
La vuelta de Luis Enrique estaba a punto y su petición a la Federación era clara. No quería a Robert cerca. "Es ambicioso, pero para mí es desleal. Yo jamás lo haría y no quiero a nadie con esas características en mi staff. La ambición desmedida no es una virtud", aseguró en su esperado regreso Lucho sobre el que era su amigo. Versiones enfrentadas, historias de hechos diferentes, comparecencias que dañaron la imagen de todas las partes.
El tiempo todo lo borra y más cuando es acompañado de la ilusión que trae una gran cita, la posibilidad de volver a reinar en Europa para la selección española. Las selecciones de Polonia, Suecia y el ganador de la repesca del grupo B -Bosnia Herzegovina, Irlanda del Norte, República Irlanda, Eslovaquia- serán las rivales de España en la primera fase, que jugará en Bilbao.
Luis Enrique regresará en un amistoso de enjundia frente a Alemania. No quiso escuchar ofertas más suculentas en lo económico porque su deseo era regresar donde era feliz. Tras refugiarse en el deporte y la familia para superar el peor momento que la vida puede deparar a un padre, derrocha energía en su regreso.
Nació para competir. Lo demostró como futbolista y con su carácter indomable de técnico. El regreso más deseado dejó un rastro de dolor pero no es el fin. Eurocopa y Mundial aparecen como las opciones de gloria para un luchador.