James Rodríguez, estrella de la selección de Colombia y máximo goleador del Mundial con seis tantos, lamentó, bañado en lágrimas y con ligero tartamudeo, la actuación del árbitro español Carlos Velasco Carballo.
"Estoy llorando porque pienso que dejamos todo dentro. Infelizmente el árbitro tampoco ayudó mucho", declaró a la televisión al caer en los cuartos de final contra Brasil (2-1).
James, apunto de cumplir 23 años, agradeció al pueblo de Colombia el apoyo y el reconocimiento de varios jugadores brasileños, como David Luiz, Marcelo y Daniel Alves al término del encuentro. El primero intercambió su camiseta con "el bandido". "Me dijeron que yo era un buen jugador, que tantos cracks me abracen me llena de orgullo, dijo. El joven nacido hace 22 años en Cúcuta alimentó su cuenta goleadora ante Brasil.
SEIS GOLES EN EL MUNDIAL
Sumó su sexto gol. De penalti. Se va de Mundial siendo goleador, mirando por el retrovisor a Neymar, Lionel Messi y Thomas Müller, que le persiguen igualados con cuatro.
Hoy el diez colombiano, el heredero de Carlos Valderrama, según lo admitió recientemente el mítico 'Pibe' asumió la responsabilidad a pesar de que su duelo frente a Julio César suponía meter de nuevo o sacar del todo a su equipo del partido. Y al frente tenía un especialista en atajar penaltis.
Pero no le tembló el pulso a James. Firme, con seguridad, engañó al meta del Toronto. Gol y Colombia regresó al partido, metido en una reacción suicida y sin premio. James, el hombre del Mundial, se reafirmó en el Castalao. Fue el mejor de su equipo en el histórico choque de cuartos de final. No logró la victoria.
Aún así, el atacante del Mónaco ganó adeptos entre los indecisos y reafirmó a sus fieles. James Rodríguez mostró su carácter ganador al final del partido. Se había vaciado el jugador colombiano y tiró a lloran en cuanto el árbitro señaló el final del encuentro.
No tuvo consuelo el futbolista del Mónaco, revalorizado por mil en Brasil, al que le faltó tiempo para culminar la reacción de su equipo y obtener el respaldo definitivo. Ni el abrazo, ni las palabras del brasileño David Luiz cambiaron el semblante del astro colombiano.
Unas palabras más del zaguero central y James, impotente, dejaba aflorar sus lágrimas. El encuentro en la cancha del estadio Castelao terminó con un intercambio de camisetas. En las canchas de Francia quizá tenga nuevos encuentros futbolísticos.
Entre tanto brasileño sobresalió el colombiano. Ganó el duelo a Neymar, para los ojos pendientes de estrellas. El exjugador del Banfield argentino y el Oporto portugués comenzó el partido con ciertas dudas pero resurgió a pesar de la fortaleza y el músculo al que recurrieron sus rivales.
Brasil lo sabía. Y centró su atención en el goleador, al que le interrumpían el paso dos adversarios cada vez que empezaba a enfilar el área de su contrario. Pero nada le amilanó. Pidió el balón y se encontró mejor con espacios. Con el partido roto buscó a Julio César. Sus centros no llegaron. Sus fintas tampoco encontraron destino.
James lloró. Un sueño se acaba para el futbolista del Mónaco. Habrá otra ocasión para el mejor y más premios. En Brasil nació James, nació una estrella.