Movistar Estudiantes | Archivo
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Movistar Estudiantes ha puesto fin a su década horríbilis con el peor de los desenlaces, con el descenso por deméritos propios en cancha ajena y sin poder decir nada al respecto, en Miribilla. Tanto fue el cántaro a la fuente...

En los últimos diez años el equipo madrileño ha coqueteado demasiado con el descenso y al final lo ha conseguido. En las temporadas 2011-12 y 2015-16 perdió la categoría en las pistas, pero la recuperó en los despachos ante la imposibilidad de los equipos de la LEB de conseguir las condiciones impuestas por la ACB.

En la temporada pasada no hubo descensos por la pandemia y no se acabó la competición, pero en el momento de la suspensión el Estudiantes era último de la clasificación con cinco partidos ganados y 18 perdidos.

Se puede hablar de mala suerte, de las muchas bajas por la pandemia y las lesiones -como casi todos los equipos-, de las fugas, de que en el último partido el entrenador sólo tenía siete jugadores sénior para acometer el partido crucial. De las deudas que atenazan a la entidad y hasta de la tormenta Filomena que acabó con La Nevera del Ramiro como colmo.

Y también de que en diez años no han salido jugadores importantes de la cantera, de que no se ha sabido dar con la tecla adecuada para salir del abismo, de que no ha habido cambios en la estructura organizativa que pudieran relanzar al equipo.

Y todo esto con uno de los mejores patrocinadores de la competición y una gran masa social, cada día más desencantada pero fiel, detrás.

Estudiantes ya no es equipo de la Liga Endesa y dejará de participar en una competición en la que ha estado desde 1957, desde su creación. La victoria de Bilbao en Miribilla, ante otro histórico como el Joventut ha sido la puntilla. El cántaro colegial fue demasiadas veces a la fuente y ha acabado por romperse.