"Los primeros Juegos en dos continentes". Esa es la clave en la que se ha volcado Estambul para conseguir, en su quinto intento, la organización del mayor evento deportivo del planeta.
Una victoria otomana tendría muchos aspectos simbólicos. En primer lugar, situaría a Turquía definitivamente en el mundo occidental y, como consecuencia, facilitaría su siempre buscada y controvertida incorporación a la Unión Europea. Sería también el triunfo del laicismo árabe, y un nuevo espaldarazo a los países emergentes tras la designación de Río 2016.
Estambul es posiblemente más rival para Madrid que Tokio. Después de presentarse consecutivamente a las ediciones de 2000, 2004, 2008 y 2012, la ciudad más poblada de Turquía se tomó un respiro para afrontar con mayor ímpetu la aventura de 2020. Y ahora vuelve a la puja olímpica con unas señas de identidad muy claras: una candidatura que reúne todas las razas, religiones y culturas en un país musulmán laico, aspecto ligado directamente con el espíritu del olimpismo, y que cuenta además con un fuerte apoyo popular, por encima del 80%.
Además, los turcos han dado un golpe de afecto a un mes de la elección, con el anuncio de sanciones por dopaje a 31 de sus atletas, entre ellos medallistas olímpicos. Y es que uno de los puntos débiles de la candidatura era su relativa tolerancia con este asunto; el cambio viene impulsado por el propio gobierno turco, que forzó la salida del presidente de la Federación de Atletismo, Mehmet Terzi.
INSTALACIONES A MEDIAS
Desde el punto de vista meramente deportivo, Estambul cuenta ya con 11 sedes construidas, de las 38 propuestas, repartidas en cuatro zonas y siete nodos. El informe de la comisión de evalución del COI, que emitió en junio su juicio sobre las tres candidaturas, señalaba que la ciudad necesitaría construir 21 instalaciones permanentes y seis temporales, y además debería acometer obras en cinco de las 11 existentes.
Precisamente, el organismo olímpico lanzaba sus dudas a este respecto: "Dado el significativo alcance de las labores de construcción, sería extremadamente importante un proceso de control para asegurar que se terminen todas las instalaciones a tiempo".
La comunicación entre villa olímpica, instalaciones y sedes es otro de los puntos débiles de la candidatura. La previsión de 35 minutos de tránsito máximo, como calcula Estambul, le parece al COI demasiado "optimista", y califica además de "bastante diseminado" el plan de alojamiento, con 16.000 habitaciones en un radio de 10 kilómetros, otras 29.000 en un radio de 50 y un millar más en subsedes. De hecho, unas 1.200 plazas para atletas y preparadores quedarían fuera de la villa, cuestión que incumple uno de los requisitos del COI.
La ciudad turca es un permanente hervidero de gente y tráfico. Precisamente el organismo olímpico incide en el transporte como una de las mejores necesarias en Estambul, debido al crecimiento estimado de tráfico en esas fechas. "La comisión cree que el riesgo de atascos durante la cita sigue siendo alto", asegura el COI, que también muestra sus reservas ante las medidas de sostenibilidad a la hora de concretar el proyecto, que considera "ambiguas".
SEGURIDAD Y SOSTENIBILIDAD ECONÓMICA
El COI sí destaca la viabilidad de la candidatura en cuanto a seguridad y condiciones económicas. Desde el punto de vista meramente geográfico, Turquía está en una región de actividad sísmica, aunque la comisión no lo considera un obstáculo. En cuanto al panorama internacional, el país comparte frontera con Siria, lo que está ocasionando la llegada de miles de refugiados que huyen del conflicto armado. Sin embargo, la amenaza terrorista del PKK parece ya cuestión del pasado. Y en el aspecto económico, el organismo olímpico considera "sostenible" el proyecto de Estambul, con una inversión de 16.800 millones de dólares, la mayor parte de procedencia pública.
Vídeo oficial de la candidatura