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Carlos Llano compagina su trabajo en una entidad bancaria con el deporte de ultradistancia. En las carreras en las que ha participado y acabado, como el Ultraman de Canadá, el Gobi March, o la Marathon des Sables, ha vivido situaciones límite y ha aprendido valores que pueden aplicarse tanto a la empresa como a la vida.

Namibia y Bután fueron sus últimas aventuras. Y todo empezó al ver un reportaje de un ultramaratón en la televisión.

Su vida se convirtió en un deporte con valores como controlar el diálogo interno, la confianza en uno mismo, la pérdida del miedo al fracaso o la recompensa de la constancia.

Estos elementos han sido fundamentales para que una persona como Carlos, sin cualidades extraordinarias y que a los catorce años pesaba ochenta y seis kilos, haya conseguido completar desafíos imposibles.

El camino es largo y está lleno de obstáculos. Su experiencia nos enseña que frente al deseo de rendirse, el gran desafío es conseguir dar lo mejor de ti cada día. Para este campeón, el fracaso no existe.