Blas de Lezo fue un héroe. Un personaje que nada tiene que envidiar a los del cine americano. A los 25 años, Blas ya era un veterano que había perdido en el fragor de la batalla un ojo, una pierna y la movilidad de un brazo. Los ingleses le llamaban “Medio hombre”, pero no sabían que más tarde les derrotaría.
En 1741, los ingleses querían controlar el comercio en América. Y mandaron una gigantesca flota inglesa, mucho más grande que la Armada Invencible, al mando del almirante Vernon. Se instalaron en Jamaica y, desde allí, eligieron el objetivo que consideraban más débil: el puerto de Cartagena de Indias, en la actual Colombia. Allí solo había seis barcos y unos seiscientos hombres, que se las verían con los 180 barcos y los 150 000 hombres de la flota inglesa.
Quiso la fortuna que en Cartagena estuviera nuestro amigo Blas. Era el responsable de la defensa de la ciudad. Tenía los números en contra. Recordamos: seis barcos contra ciento ochenta. 150 000 hombres contra unos seiscientos. Eso si, Blas era un viejo lobo de mar y era más listo que el hambre. Cinco mil ingleses salieron por patas delante de un puñado de españoles. La defensa de Cartagena todavía se estudia en las academias militares como un prodigio de planificación y de lucha contra las adversas condiciones iniciales.