Fueron siete segundos de locura sinsentido que han roto para siempre la familia de Rocío Piñeiro de 36 años. Ayer salía de cuentas y decidió ir a la iglesia de su barrio a pedir por su hijo. Su asesino, Iván Berral no la conocía de nada y había elegido la misa de ocho para dar rienda suelta a su locura. Pensaba que le perseguía el demonio y lo dejó por escrito. El hombre, un vagabundo con múltiples antecedentes disparó con una pistola de fogueo modificada.