Christian Dior presenta en la Semana de La Alta Costura de París su colección otoño-invierno 2016/2017.
Dior vuelve a los orígenes, a esos desfiles realizados en los años 50 en los salones de las casas francesas para un exclusivo y muy limitado número de clientas. Serge Ruffieux, y Lucie Meier bucean en los archivos históricos de la firma para rescatar el concepto de elegancia de Chritian Dior, al que añaden, eso sí, delicados toques de vanguardismo. La combinación perfecta.
Un cóctel difícil. Y, sin embargo, Serge y Lucie lo han logrado. Empezando por el lugar elegido para celebrar el desfile: el número 30 de Avenue de Montaigne, o sea, la casa Dior. La vuelta a los orígenes volvía a estar muy presente en el escenario del desfile, una sala pequeño, con pocas sillas, emulando aquellos desfiles famosos en los salones de Alta Costura de los años 50.
Con una paleta declinada en blanco y negro ("El blanco es simple, puro, va con todo", explicaba Dior, mientras también comentaba "Puedo escribir un tratado entero sobre el negro") y vestidos limpios pero rotundos (con menos ornamentación que en ocasiones anteriores), los directores creativos de la firma demostraban que la elegancia de lo clásico no está reñido con toques de (rabiosa) modernidad. Un tratado perfecto de lo que debe ser el refinamiento de 2016. Por mucho que otros se empeñen en sacar chándals a la pasarela.