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La mañana del 11 de septiembre de 2001 un terremoto cambió el mundo y nos metió de lleno en el siglo XXI. Cuatro atentados simultáneos en Nueva York, Washington y Pensilvania dejaron 3.000 muertos y 6.000 heridos, en el peor ataque sufrido por Estados Unidos en suelo propio.

El grupo terrorista Al Qaeda utilizó cuatro aviones comerciales como proyectiles para cometer un gigantesco atentado múltiple, que tenía como objetivo atacar los símbolos estadounidenses: el World Trade Center, el Pentágono y el Capitolio. El mundo quedó horrorizado presenciando en directo la caída de las Torres Gemelas y Osama Bin Laden se convirtió en el enemigo número uno del planeta.

Muchas cosas cambiaron a partir del 11-S. Sólo una semanas después el ejército de EE.UU. bombardeó Afganistán con el objetivo de derrotar al régimen talibán. Como respuesta, el terrorismo yihadista se convirtió en un fenómeno global y animó a otras células islamistas a actuar de manera indiscriminada contra objetivos occidentales. La vigilancia en el acceso al transporte aéreo cambió de manera drástica y se abrió un debate que está marcando en buena medida el primer cuarto de este siglo, entre libertad y seguridad.