Unas ruedas y una visa

Por la mañana tenemos que cruzar varias veces El Cairo, esta ciudad está dividida por el río Nilo y superpoblada. El tráfico es peor que el de Alejandría. Quitamos las maletas a las motos y nos movemos en la de Miquel, yo me muero de miedo, no estoy acostumbrada a ir de paquete y menos sorteando coches. Aquí el tráfico es denso y ruidoso, los coches, furgonetas y autobuses sueltan un humo infernal. Es un continuo atasco que nunca se detiene del todo y avanza como una oruga, poco a poco, sin parar.

El navegador de Miquel nos lleva a cruzar el Nilo para acercarnos a las embajadas. De la española a la de Sudán, donde la visa, que nos la dan en el mismo día tras mil fotocopias y papeles, cuesta 100 dólares americanos. Tras conseguir el nuevo visado nos dirigimos a BDO, una consultoría con oficinas por todo el mundo que nos patrocina, allí deberían haber llegado las nuevas Continental TK 80 (de tacos) que nos envían a través de ASM Mensajería Urgente, tres de nuestros patrocinadores unidos y en marcha. Todo está en su lugar, llevamos las motos a un taller a que las calcen con sus nuevos zapatos, especiales para el duro suelo africano.

Pronto saldremos hacia Luxor, la penúltima ciudad egipcia que baña el Nilo. Podremos ver ruinas de templos y el valle de los Reyes, una de las mayores necrópolis del mundo. Desde allí a Asuán, el pueblo de la gran presa, para despedirnos de Egipto y entrar en Sudán.

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¡Hasta la semana que viene!!