26ª de feria: Talavante, única oreja en la tarde de vitorinos

Miguel Ángel Moncholi

Gran expectación, con cartel de no hay billetes, en la vigesimo sexta de San Isidro. Hace 11 días Talavante sufría una cornada de veinte centimetros en esta misma plaza. Al verle hacer el paseillo con uno de Victorino me vino a la cabeza semejante recuerdo cargado de admiración.

Le toco al extremeño un gran toro, -el segundo-, noble, repetidor y humillada embestida que había que extraer. Tras brindar al respetable y con la seguridad que le da la maestría Alejandro le mostró la muleta en series por ambos pitones. Tras dos tandas al natural, repitió fortuna con la diestra, fluyendo muletazos con los que obligaba al que con fijeza le tomaba el engaño... sin olvidar sus orígenes. Un cambio de mano por detrás, una lasernina manada de la improvisación, un nuevo cambio de mano para alargar la embestida y el de pecho elevaban la temperatura de una faena que rubricaría con ayuddos por bajo y entera, obteniendo a ley la primera oreja de la tarde.

La otra pudo llegar en el tercero al que picó magistralmente Pedro Iturralde, candidato al premio de mejor varilarguero de la feria. Pastelero sacó con sus 520 kilos, que el trapío no precisa más, lo mejor de la esencia victorino: nobleza, repetición, transmisión, siempre por abajo y fiereza. Todo lo cual debía domeñar Paco Ureña, quien poco a poco lo fue consiguiendo en lo que resultó una porfía entre el hombre y la fiera, aguantando uno, combatiendo con todo su poder el otro para así hilvanar entre ambos dos una obra de emoción, épica y sensaciones, a más, a mucho más, de coraje y fiereza por doquier.

Enterró la espada el murciano en la misma yema, pero la casta, es lo que tiene, retrasó el sacrificio y tras dos descabellos, pastelero se fue entre una fuerta ovación, que bien pudo ser durante la vuelta al ruedo, la misma que dio Ureña como guiño a los tendidos que le aclamaron su valor. Por su parte, Diego Urdiales silencio en los dos.

LA FICHA

Seis toros de Victorino Martín, de muy desigual presentación, con gran disparidad de volúmenes, cuajo y hechuras, abundando los de fea construcción y destartaladas cornamentas. En cuanto a juego, la mayoría desarrolló complicaciones derivadas del genio y la falta de casta, salvo el segundo, noble y con cierta clase, y sobre todo el tercero, muy enrazado y de desbordantes embestidas.

Diego Urdiales, de verde botella y oro: pinchazo, tres pinchazos hondos, media estocada atravesada y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada (algunos pitos).

Alejandro Talavante, de grosella y oro: estocada muy trasera y descabello (oreja); estocada trasera desprendida, pinchazo, pinchazo hondo y estocada trasera (algunos pitos).

Paco Ureña, de caña y oro: estocada tendida y tres descabellos (vuelta al ruedo tras dos avisos); pinchazo hondo, estocada desprendida y dos descabellos (silencio tras aviso).

Entre las cuadrillas, Manolo Burgos fue muy ovacionado tras picar al cuarto. Vigésimo sexto festejo de la feria de San Isidro con el cartel de "no hay billetes" en las taquillas (23.624 espectadores), en tarde calurosa

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