Ruta 179: Navalagamella

El equipo de Ruta 179 visita Navalagamella. Un pueblo de 2500 habitantes situado a 47 kilómetros de Madrid, en plena sierra oeste y dentro de la Ruta Imperial.

Comenzamos nuestra visita en el pantano Cerro de Alarcón, un lugar ideal para la práctica del esquí acuático en nuestra Comunidad, donde conocemos a una familia de campeones de este deporte.

Carla nos presenta a Virginia y Almudena, dos hermanas que regentan los dos únicos alojamientos rurales que existen en el pueblo.

Otra vecina del pueblo, Julia, nos explica la importancia histórica de Navalagamella y nos cuenta que en el pueblo existía una posada donde se decía que Felipe II descanasaba con su séquito cuando iba a supervisar la construcción del Monasterio de El Escorial.

Navalagamella tiene también su propio "Valle encantado", una granja en la que viven unos cien animales de quince especies distintas. Allí viven "Atún" y "Daniel", unos habitantes muy especiales.

Descubrimos las curiosas aficiones de los habitantes de este pueblo; desde los cantos rocieros hasta la colombicultura.

En Navalagamella se encuentra una de las rutas más emblemáticas de la Comunidad de Madrid: la ruta de los molinos. Recorremos esta ruta, que trascurre junto al río Perales, para descubrir los enebros centenarios y los molinos en los que antiguamente se molían cereales, de los que ha recibido su nombre.

Los restos de la Guerra Civil también abundan en este pueblo. Ernesto, un apasionado de la historia, nos muestra numerosos restos de asentamientos, silos y murallas de la época.

Para continuar nuestro recorrido necesitamos coger fuerzas, así que acudimos a dos de los restaurantes del pueblo para degustar algunos de los platos que les han hecho populares especialmente entre los moteros: torreznos, tortilla, cocido, carne a la parrilla... todo delicioso.

No podemos irnos de Navalagamella sin conocer a su abuelo más querido y carismático. Carla nos presenta a Bene, todo un chaval de 93 años que nos muestra sus obras de artesanía.

Y nos despedimos con Enrique, un amigo personal de Félix Rodríguez de la Fuente, que ha recogido su legado y ahora lo trasmite a los jóvenes de la zona.

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