La poda en altura es una actividad de riesgo. De ahí que muchos de los que la practican sean escaladores, acostumbrados a las alturas y a situaciones difíciles.
Los que la realizan llevan ropa especial anti-cortes, tanto en piernas como en brazos, para evitar que en un momento de desequilibrio, puedan cortarse con la motosierra. Y por supuesto, también llevan casco y una máscara de pantalla en el rostro, además de arnés y cuerda de rescate.
Trabajar a más de 25 metros de altura
Los encargados de la poda en altura escalan con cuerdas a lo alto de los árboles, y pueden llegar a estar a más de 25 metros de altura. Es un trabajo muy peligroso, pero necesario la tala del árbol es siempre la última opción, tras la poda y el trasplante.
Para engancharse bien al tronco del árbol, los podadores llevan espuelas en las botas. Pero, ¿quiénes trabajan en ello? Desde escaladores hasta un malabarista o un recortador de toros. Eso sí, es imprescindible no tener vértigo.
Los podadores suben hasta lo más alto del árbol y sujetan con cuerdas la rama que van a cortar. Después intentan dirigirla con la mano para evitar que caiga sobre la casa o cualquier otro elemento del jardín.
Su trabajo, tras el paso de la tormenta de nieve de Filomena, se ha incrementado: "Con Filomena ha sido un drama. Hay clientes que han tenido que talar todos los árboles, algunos que eran herencia familiar y que tenían muchos años".
Lo más complicado en una poda en altura es el mobiliario situado alrededor del árbol, susceptible de romperse. Aquí entra en juego la pericia del podador y el trabajo en equipo.
Sin duda, en todos estos casos es necesaria la ayuda de profesionales. Las podas realizadas sin criterios técnicos adecuados, proporcionan enfermedades a los árboles y pueden ocasionarles la muerte. ¿El precio? Entre 100 y 200 euros por árbol (aproximadamente), dependiendo el árbol que sea y la altura que tenga.